Cataluña dependiente
Estamos acabando con el consenso y la independencia del Centre d'Informació y Documentació de Barcelona
La decapitación y desnaturalización del think tank más antiguo de España (1973) sigue su marcha imparable. El Centre d’Informació y Documentació de Barcelona (CIDOB) es uno de los más prestigiosos laboratorios de análisis e ideas especializados en relaciones internacionales.
La catapulta de su calidad académica y arraigo social venía siendo su independencia: no lo controla una Administración, sino que cohabitan en su patronato el Gobierno central, el de la Generalitat, la Diputación, el Área Metropolitana y el Ayuntamiento...
De ahí que se haya gobernado por consenso, según el esquema consorciado del modelo Barcelona: o sea, sin tensión. Primero bajo el impulso del cristianismo social que encarnó el fundador, Pep Ribera; luego bajo la presidencia del socialista Narcís Serra, y ahora con el nacionalista moderado Carles Gasóliba, recién dimitido bajo el asedio secesionista.
La mano ejecutora de la operación no es curiosamente el representante de la Generalitat, sino el de la Diputación provincial, Jaume Ciurana, quien como anterior regidor de Cultura logró rebajar la impronta cosmopolita barcelonesa y sectarizar nombramientos institucionales.
Ahora, con la consigna de “convertir al CIDOB en instrumento de apoyo a la política internacional de la Generalitat” [no a su “acción exterior”], cobra tres pájaros de un solo tiro.
Primero, provoca la renuncia del presidente, servidor del consenso. Segundo, inicia la desnaturalización de la entidad, hasta hoy definida como laboratorio “independiente y plural” al servicio de “todos los actores” y no exclusivamente de uno. Y tercero, ofrece oportuna excusa para que otras instituciones hagan mutis por el foro.
Tras desechar la peregrina alternativa de un showman (que como todo currículo internacional exhibía su condición viajera), ahora el Gobierno autónomo acaricia la candidatura de una profesora en la universidad de Londres que ha dedicado enteramente su carrera al monocultivo académico del nacionalismo.
Si el designio es acabar con el consenso y la independencia del laboratorio, lo propio es sojuzgarlo. El camino a la secesión pasa —paradoja— por convertir a Cataluña en dependiente.
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