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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Arquitectura: mire hacia arriba

Anatxu Zabalbeascoa

FOTO: Miguel de Guzmán / Imagen Subliminal

La intersección entre la arquitectura y el arte es el campo de actuación de Inés Esnal. Esta arquitecta madrileña, que hizo estudios de posgrado en la universidad de Columbia en 2007, vive actualmente en Nueva York. Allí expuso, apenas graduada, en 2009, en la Galería Leroy Neeiman y dos años después en el Instituto Cervantes. Sus instalaciones son, fundamentalmente, intervenciones en edificios que potencian las tres dimensiones de ambos, la obra artística y el espacio sobre el que esta actúa con materiales y elementos sutiles pero impactantes.

Su reciente Vaho fue un encargo de una inmobiliaria de Brooklyn, un mural cenital que explora la transformación de un espacio convencional y anodino a través de la introducción de un elemento sutil que, sin embargo, provoca una ruptura perceptiva, añade profundidad expandiendo visualmente el espacio y evoca un paseo virtual entre las nubes. Esta intervención forma parte del proyecto “Hallway Hijack” para el que la revista de arte “The Brooklyn Rail” invitó a 18 artistas a desarrollar una pieza capaz de transformar el pasillo de distribución de cada una de las plantas de una nueva torre de viviendas de alquiler. “El promotor quería conectar así con el espíritu cultural que se desarrolla en el barrio bajo el lema de BAM cultural district”, explica Esnal. Vaho es una serigrafía en tinta blanca sobre papel metalizado espejo de 4x1,22m instalada en el techo de la salida de ascensores de la planta 27 del nuevo edificio de la calle Rockwell 66. Esnal lo planteó como obra permanente aunque esa decisión la tomarán los administradores del edificio. Cada piso tiene ahora una instalación de un artista diferente pero la mayoría son bastante invasoras y puede resultar cansino convivir con ellas a diario. Por eso Esnal quiso hacer algo sutil que pasara casi desapercibido y fuese también considerado con los vecinos.

Precio: 12.000 euros 

Uno de sus trabajos más vistosos, Prism es una instalación en la que cuerdas de colores tensadas forman superficies triangulares en el espacio, generando una ilusión óptica. La obra evoca el trabajo de la artista brasileña Lygia Pape pero, en lugar de abordar las referencias atropológicas del arte concreto, busca la pureza geométrica a la que suma la vibración de los colores. Instalado en el lobby de un nuevo edificio residencial en Nueva York transforma la luz cenital en un prisma óptico. El tejido geométrico filtra tres haces de luz natural y potencia la iluminación sobre las cuerdas, precisas, frágiles y drásticas que contrastan con el rudo plano de hormigón visto. Una pieza así no funcionaría si su ejecución no fuera perfecta. Son las juntas del muro de hormigón las que ocultan los perfiles metálicos donde están cosidas las cuerdas. Que ese enganche sea invisible confiere a las cuerdas coloreadas bañadas por la luz natural un aspecto flotante. 

FOTO: Cameron R Neilson 

Esnal cuenta que este proyecto de hace cuatro años significó un salto de sus dibujos al espacio tridimensional.

Precio de la intervención según la arquitecta: 15,000€

FOTO: Miguel de Guzmán

También para reformar un loft en el barrio neoyorquino de Tribeca, la instalación Zimaa aprovechaba uno de los lucernarios. Como estaba sobre el dormitorio del bebé de la familia, ubicó un móvil compuesto por formas geométricas básicas de plexiglás coloreado que transforman la luz entrante con su movimiento.

Precio: 6,000€

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