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Ni el fusil era verdadero; ni los afganos, yihadistas

El ministro del Interior italiano fracasa en su intento de vincular terrorismo e inmigración

Angelino Alfano, ministro de Interior del Gobier de Matteo Renzi.
Angelino Alfano, ministro de Interior del Gobier de Matteo Renzi. JOHN THYS (AFP)

El pasado martes, Angelino Alfano, durante años delfín de Silvio Berlusconi y en la actualidad ministro del Interior del Gobierno de Matteo Renzi, informó de la detención de una muy peligrosa célula yihadista con planes para atentar en Roma y Londres. Según el ministro, los dos terroristas afganos detenidos en Bari estaban compinchados con un paquistaní al que le echaron el guante en Milán y que además tenía vínculos con las mafias de la inmigración. El ministro Alfano se felicitó por la operación y ofreció a la prensa un sinfín de detalles a cual más preocupante: los supuestos yihadistas, que se disponían a atentar contra el Coliseo, centros comerciales italianos y hoteles de Londres, ya tenían grabaciones en sus teléfonos móviles de los objetivos a golpear. Incluso Nasiri, uno de los afganos detenidos —de todos se facilitaron enseguida nombres, apellidos e incluso fotografías—, había tenido la desfachatez de hacerse un retrato en una tienda de alimentación portando un fusil M16.

Un fusil de asalto semiautomático capaz de disparar cartuchos del calibre 5,56 si no fuese porque era de juguete. El fusil y, lo que es más grave, casi todas las acusaciones vertidas y aireadas ante la prensa por Angelino Alfano. Los periódicos italianos, que el pasado miércoles dedicaron al asunto amplia cobertura, no tuvieron más remedio el viernes que dar buena cuenta del enésimo patinazo del exdelfín de Berlusconi reconvertido en ministro de Renzi. Los detenidos fueron puestos en libertad.

El problema es que el caso recuerda sospechosamente al de Touil, un joven marroquí arrestado en mayo de 2015 bajo la acusación de haber participado en la matanza del museo del Bardo de Túnez. También entonces se facilitó su nombre, se distribuyó su fotografía y, sobre todo, se insistió sin pruebas en que había llegado a Italia a bordo de una barcaza repleta de inmigrantes. Touil fue puesto en libertad sin cargos cinco meses después, pero el mensaje —xenófobo y con trampa— ya había sido inoculado.

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