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CLAVES
Columna
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Alcalde moro

La grande o pequeña revolución que supone Khan la ha hecho realmente la gente, y un partido de los de antes, o sea, socialista

Jorge M. Reverte
El nuevo alcalde de Londres, Sadiq Khan.
El nuevo alcalde de Londres, Sadiq Khan.YUI MOK (AFP)

Los londinenses han elegido por primera vez en la historia de la bronca Occidente-Oriente un alcalde que es de religión distinta de la teórica mayoría. Pero en este caso es muy destacable que sea musulmán, cuando la bronca religiosa y algo más lo impregna todo de yihadismo. Por suerte, todavía —y esperemos que nunca— no hay ningún discurso potente desde el catolicismo que se oponga abiertamente a los infieles y tenga seguidores.

Sadiq Khan es un producto perfecto del Estado de bienestar. Tiene 43 años y es hijo de un emigrante paquistaní, estudió en escuela pública y aprovechó todas las ventajas del socialismo, que cambió drásticamente la sociedad inglesa de posguerra. Ha ganado por una mayoría muy notable, y con un discurso de tolerancia sin doble fondo. Por ejemplo, y eso es muy importante para los musulmanes, ha estado a favor de las leyes que han normalizado la homosexualidad en Inglaterra.

A Sadiq Khan se le oponía Zac Goldsmith, multimillonario y típico representante tory, y le ha ganado por goleada, y eso significa que Londres nos está dando una lección importante a todos los europeos siguiendo la tendencia de París, que ya había elegido a una hija de emigrantes, o de Madrid, que ha votado a una luchadora por los Derechos Humanos.

La política municipal al menos está cambiando en esta vieja Europa. Pero, sobre todo, los ciudadanos han cambiado: se elige a quien representa de verdad la tolerancia, la convivencia, y lo que el pueblo desea. Que pase eso en las capitales es esperanzador. Porque en la política de las ciudades pequeñas sigue habiendo un alto porcentaje de intolerancia y facherío.

La grande o pequeña revolución que supone Khan la ha hecho realmente la gente, y un partido de los de antes, o sea, socialista. Los votantes londinenses nos han marcado un antes y un después en la democracia. La tolerancia la han puesto los votantes, ni siquiera el elegido, a quien se le supone. Pero a la gente normal no se le suele suponer tanto.

Sadiq Khan tiene nombre de prota malo de las películas de hace cincuenta años en las que las tropas coloniales eran emboscadas por gente como él. Y resulta que su nieto es ahora el bueno.

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