‘Oro en paz, fierro en guerra’. La Misión se levanta
Crece el descontento de los latinos en San Francisco ante los abusos policiales

Los abusos policiales son una constante en EE UU, pero no lo eran tanto en la muy liberal y tolerante San Francisco, la ciudad del amor libre, las aplicaciones para pedir transporte, comida o que alguien limpie la casa. En el lugar donde nació Twitter y el olor a marihuana perfuma las calles una reminiscencia del pasado fundacional vuelve a estar presente. El escudo fundacional de la ciudad tiene una leyenda, escrita en español, que lucen un poco debajo del hombro, en el brazo derecho los agentes: Oro en paz, fierro en guerra. Un lema que se podría interpretar como la estrategia del palo y la zanahoria y que deja claro que por las malas no hay diálogo.
La llegada de trabajadores de tecnología en los últimos 10 años, auspiciada por el florecer de Silicon Valley —sus autobuses de lujo hasta las sedes de las empresas han sido un gran incentivo para ello— está cambiando barrios. El más afectado es Mission, donde se fundó la misión franciscana que dio origen a la ciudad y donde los latinos disfrutaban de un microclima con el sol como constante en ciudad de neblina. La escalada de precios del alquiler ha llevado a muchos a vivir acampando en las aceras, con tiendas y sacos como única protección. A comienzos de mes, tras la denuncia de varios vecinos, la policía desalojó el campamento. Luis de Góngora, de origen yucateco, mostró un cuchillo. Eran las diez de la mañana del 7 de abril. A la una del mediodía fue declarado muerto en el hospital que lleva el nombre de Mark Zuckerberg, el gratuito. Desde entonces, la crispación, los murales y las pancartas con Góngora como mártir crecen. En marzo de 2014, Alex Nieto, estudiante de Derecho, paseaba comiendo un burrito por Bernal Heights. Un vecino le denunció por comportamiento extraño. Cayó con 59 disparos en su cuerpo. El año pasado, el guatemalteco Amilcar Pérez López, de 20, recibió cuatro tiros al salir corriendo cuando recibió el alto.
Muchos latinos no solo se sienten maniatados por la presión inmobiliaria para dejar paso a nuevos inquilinos, sino, directamente, sospechosos por el color de su piel.
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