_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Viral

A veces nos vemos atacados por la chifladura. Hoy muchos consideran a Iglesias respetable

Félix de Azúa

Hacia 1970 hubo incidentes curiosos que quedaron oscurecidos por la resaca de mayo de 1968. Uno de ellos es que nos volvimos todos maoístas. En uno de los episodios más grotescos de la historia europea, los mandarines franceses (Foucault, Barthes, Godard, Sartre y Malraux, por ejemplo) descubrieron el genio político de Mao Tse Tung (hoy se escribe Mao Zedong, pero no es lo mismo) y cayeron rendidos de admiración ante el siniestro tirano de la Revolución Cultural. En vista de lo que pasaba en París, los pobres españoles nos hicimos maoístas a toda prisa, no fuera alguien a tomarnos por fachas.

Digo todos, pero uno no cayó. Simon Leys, sinólogo riguroso e intelectual intachable, escribió un libro severo, Los trajes nuevos del camarada Mao, en el que demolía a los maoístas con los 45 millones de muertos sólo entre 1958 y 1961 y los asesinatos “culturales” que él había vivido en directo durante sus años chinos. El periodista de la BBC Henri Astier asegura que Leys no podía ni siquiera argumentar con los maoístas: “Son demasiado idiotas”, decía. Y en efecto, recordando nuestro propio maoísmo, tenía más razón que un santo.

Es un misterio, pero a veces las sociedades se ven atacadas por el virus de una chifladura mística, el cual se propaga como la peste. Nadie ha podido explicar aquella majadería del maoísmo (en ella sigue Badiou, pobrecillo) como no sea exclusivamente bajo la forma de una plaga voraz que infectó cerebros, cátedras, editoriales y diarios sin que nadie sepa su origen o causa.

Hoy, con un régimen mucho más propicio a la infección vírica como es Internet, la peste es aún más invasiva. No hay mejor prueba que constatar la cantidad de gente que tiene a Pablo Iglesias, un evidente oportunista, por un político respetable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_