_
_
_
_

Escuela gratuita bajo el metro

Más de 200 niños de familias marginadas de Nueva Delhi acceden a formación gracias a las clases impartidas por un grupo de voluntarios bajo las vías del suburbano

Vídeo: ÁNGEL L. MARTÍNEZ CANTERA
Más información
La salud de los desheredados de India llega sobre ruedas
“Todo lo que apliqué, lo aprendí de viejos granjeros analfabetos”
Nueva Delhi, capital mundial de la contaminación
Facebook, ¿acceso a Internet a los pobres en India o lucrarse con ellos?

El grupo de escolares llega pronto. Algunas lucen limpios kurtas —camisetas hasta los muslos tradicionales del subcontinente indio— y peinan trenzas dobles invertidas o decoradas con lazos coloridos en un extremo. En posición de loto o estilo seiza, esperan descalzadas sobre la esterilla polvorienta. Los profesores escriben en las pizarras, meros rectángulos negros perfilados sobre el gris desconchado de la pared al aire libre. El claxon de coches, motos y rickshaws —triciclo público de India— apaga el murmullo previo al inicio de una clase. Más atronador suena el chirrido de las vías sobre sus cabezas. Sobre la escuela, pasa el metro en dirección al centro de Nueva Delhi. Bajo el puente, las incondicionales estudiantes del barrio pobre asisten a las lecciones gratuitas de la tarde.

El vendedor de la tienda de ultramarinos de 47 años, Rajesh Kumar Sharma, admite que desde que empezó a impartir clases a niñas, no tiene mucho tiempo de ayudar a su hermano en el negocio. En diciembre de 2014, las chicas del slum empezaron a asistir al horario de tarde de La escuela gratuita bajo el puente. Incluir a un centenar de niñas en horario vespertino es el último de los muchos éxitos conseguidos por el fundador de esta particular escuela. Rajesh empezó a dar clases de dos horas a varios niños analfabetos bajo un árbol en 2006. Diez años más tarde, pasa el día entero a la intemperie enseñando a estudiantes de ambos sexos en sesiones de mañana y tarde. Otros voluntarios le ayudan a dar formación a 210 niños del barrio marginal cercano a la parada del Metro Yamuna, en el barrio de Shakarpur; al este de Nueva Delhi.

“Pregunté a sus padres por qué los niños no iban a la escuela. Me contestaron que estaba muy lejos y que suponía riesgos que no les merecían la pena”, recuerda Rajesh, quien también tuvo que abandonar sus estudios de ingeniería porque tenía que caminar 40 kilómetros hasta el centro escolar de su ciudad natal, lejos de la superpoblada capital de India. El paralelismo con su experiencia llevó a Rajesh a convencer a las familias. “Les insistí mucho en que si sus hijos estudiaban, tendrían un mejor futuro que el de rickshaw-wallah [conductor de rickshaw]”, cuenta en referencia a las profesiones de los padres de sus alumnos; en su mayor parte operarios de limpieza, granjeros o desempleados.

Medio año después de empezar a enseñar a la sombra de un árbol, 150 hijos de familias pobres se concentraban en torno al vendedor de chucherías que les daba clases de matemáticas y ciencias. Pero la Autoridad para el Desarrollo de Delhi (DDA) desalojó a gran parte de estas familias para la construcción de edificios en 2009. Muchos de sus alumnos desaparecieron con sus padres entre la bruma y la contaminación de la capital en busca de otro asentamiento en el que vivir.

Rajesh Kumar Sharma, un vendedor de 47 años, empezó a dar clases de dos horas a varios niños analfabetos bajo un árbol en 2006

Aquello no desanimó a Rajesh, que un año más tarde ya estaba enseñando a otro pequeño grupo bajo el puente cercano al Metro Yamuna. Hasta 210 hijos de familias desfavorecidas asistían a sus clases. Aquello le llevó a hablar con la dirección de la escuela más cercana. “El director rechazó mi propuesta pensando que estaba loco. Luego se acercó al puente para verlo con sus propios ojos. Los niños me saludaron con respeto cuando me vieron llegar y esa imagen le hizo cambiar de opinión”, explica, orgulloso de cómo los niños del slum se acicalaron como nunca y se vistieron con sus mejores ropas el día en que supieron que habían sido admitidos en la escuela pública.

La escolarización en India ha aumentado en las últimas décadas. En abril de 2015, el país asiático consiguió el hito de la educación primaria universal, reduciendo el abandono escolar en un 90%, según la ONU. La organización también subrayó el progreso en paridad educativa, pero destacó la necesidad de un esfuerzo mayor para evitar el abandono de los estudiantes de secundaria. De acuerdo a los últimos datos nacionales del censo de 2011, más de 16 millones de adolescentes no estaban inscritos en ningún instituto. Precisamente por eso, uno de los actuales Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no es tanto conseguir la escolarización universal, sino aumentar la calidad de la educación para evitar el abandono.

Las estadísticas ofrecidas por el último Índice de Desarrollo Educativo indican que más del 60% de las escuelas de la India urbana están saturadas

Según el informe 'Educación Para Todos' de la UNESCO, mientras que los jóvenes de familias indias acomodadas han logrado la alfabetización universal, los más pobres tendrán que esperar hasta 2080. El documento destaca la reducción del 13% del gasto público en educación desde los años 1999. La política educativa en India ha optado por centrarse en los estados más pobres mediante el programa nacional Sarva Shiksha Abhiyan. La medida afecta a las grandes urbes como Nueva Delhi; donde las escuelas abarrotadas de estudiantes no tienen hueco para los más desfavorecidos.

Las estadísticas ofrecidas por el último Índice de Desarrollo Educativo indican que más del 60% de las escuelas de la India urbana están saturadas y que un elevado número de éstas no cumplen los estándares previstos por la Ley de Educación de 2009. Además, los datos sitúan a Nueva Delhi en el puesto 31 en resultados de educación primaria. Otras organizaciones independientes también señalan la precariedad educativa en la capital. En 2014, la encuesta del Informe Anual del estado de la Educación (ASER) encontró que la mitad de los niños de entre 7 y 9 años de las escuelas públicas de Delhi no podía leer correctamente, mientras que sólo el uno de cada tres podía hacer restas.

En este contexto, La escuela gratuita bajo el puente a las orillas del río Yamuna también hace una labor imprescindible como complemento a las lecciones recibidas en las aulas públicas. Los niños van a las clases en este particular colegio de nueve de la mañana a 12 del medio día, cuando acuden al colegio público. Las chicas, con clases oficiales por las mañanas, atienden a las explicaciones de Rajesh y el resto de profesores a partir de las dos de la tarde. El proyecto se nutre de maestros voluntarios y ayudas particulares gracias al boca a boca y las redes sociales. Las donaciones de particulares les proporcionan ropa de invierno para los niños o han permitido la construcción de un retrete adjunto para que las niñas puedan asistir a clases.

“Algunos profesores enseñan sólo y únicamente por dinero. Pero es vital. En sociedades como India, el analfabetismo lleva a la pobreza y al crimen. La educación es el mayor impulso para los desfavorecidos”, explica Laxmi Chandra, encargado de ayudar a los niños de esta escuela en las especialidades de lengua e inglés. A sus 56 años, Laxmi sabe de lo que habla después de trabajar maestro de colegio público durante décadas en Bihar, uno de los estados más pobres de India. “La educación es tan vital como el agua”, insiste. Y no le falta razón. El informe de la UNESCO indica que hay 45% más de probabilidades de que los analfabetos indios no sepan que la malaria (paludismo) puede prevenirse drenando las aguas estancadas. Información vital en un país en el que esa enfermedad causa unas 250.000 muertes al año según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Lalita, de 11 años, llega a las clases bajo el metro en bici. Conduce su padre, al que ayuda con las cuentas de casa, explica antes de correr a juntarse con sus compañeras sin pupitres. Tropieza a mitad de camino y algunas la ayudan a levantarse. Una a una, todas tocan el libro que Lalita dejó caer y se llevan las manos a la cabeza en signo de respeto. Porque los libros son símbolo de conocimiento; la diosa hindú Saraswati. “Una diosa muy poderosa. Porque el conocimiento es poder”, cuenta Lalita que le enseñaron en la escuela bajo el metro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_