Alfombras que rompen el molde
El nuevo atributo de estas piezas está basado en un “desorden controlado” lo que hace posible que pase de ser un lienzo a convertirse en un sistema de bandas que se suman hasta construir un pavimento
El diseño reciente está lleno de intentos de levantar la alfombra del suelo. Nadie busca devolverlas a las mesas que ocuparon en las casas nobles hasta entrado el siglo XVIII, cuando una alfombra era más un símbolo de estatus económico y cultural que un recurso decorativo en el que la funcionalidad térmica y acústica se valora tanto como la estética. Por eso, el despertar que proponen los diseñadores es visual y conceptual a la vez. La empresa Nanimarquina lleva casi 30 años explorando las posibilidades de no permanecer siempre a los pies.
Si en ocasiones anteriores diseñadores como Martí Guixé indagaron en las formas redondeadas —que actualizaban los antiguos medallones— y si Ron Arad o Emiliana inyectaron a sus diseños una tercera dimensión para despegar el tejido del suelo, los hermanos Bouroullec han querido demostrar que es desde la tradición, no tanto desde la revolución, desde donde resulta más sensato innovar.
Tal vez por eso su nueva alfombra Lattice (entramado) es un kilim que remite al origen no ya de las alfombras sino de los propios tejidos. Esta pieza recuerda que el perímetro continuo no es una obligación. Se trata de un sistema que, siendo ordenado, admite el desorden, que deja espacio para la discrepancia y que se hace fuerte con la irregularidad. Este dato es la clave de este nuevo producto. Los diseñadores franceses definen ese atributo como “desorden controlado” y lo que hace posible es que la alfombra pase de ser un lienzo —una mancha de color estampada o no— a convertirse en un sistema de bandas que se suman hasta construir un pavimento.
La idea de trabajar más el ritmo de la sucesión de colores que el impacto de la marca visual de la alfombra está detrás de esta apuesta. Hilada a mano con lana afgana, el modelo Lattice ofrece todos los atributos de los kilims tradicionales. Incluida la singularidad que confiere la manufactura. Así, es la irregularidad lo que personaliza estas alfombras, de igual manera que la artesanía, la huella de la mano, dibujaba cada una de las anteriores piezas que Ronan y Erwan Bouroullec han firmado para esta empresa. Su anterior modelo, Losanges, reinterpretaba la alfombra persa tradicional con la dificultad técnica de combinar trece colores en un espacio atípico: los rombos. El reto propuesto por los franceses fue solucionado por los artesanos de Pakistán que hilan a mano su diseño.
Es precisamente trabajar con las manos las ideas innovadoras lo que levanta las alfombras del suelo tendiendo un puente entre la industria y la artesanía, entre el pasado y el futuro y también entre el diseño y la alta creación. Si durante siglos las alfombras y los tapices fueron símbolo de posición económica y cultural que los pintores europeos -de Lotto a Holbein o Vermeer llegando hasta Matisse- no se cansaron de pintar, modelos como este recuperan esa ambición artística que, lejos de buscar despegarse del pavimento, parece querer que seamos nosotros los que nos agachemos y bajemos hasta la alfombra.
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