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MIRADOR
Columna
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Oda

Para mucha gente el desayuno se completa con un periódico de papel

David Trueba

Para quienes aún leen el periódico en papel, hace tiempo que es incómodo sentirse un personaje caduco, fuera del tiempo. Convencidos de andar ya más cerca de la salida que de la entrada, solo ruegan el mismo trato que se dispensa en el metro cuando se advierte aquello de que antes de entrar dejen salir. Sin embargo, conviene no olvidar un detalle. Hoy por hoy, el lector del periódico en digital dedica un tercio del tiempo que el lector en papel a repasar el diario. A mí me sucede, y me desespera un poco no saber por qué me cuesta un cuarto de hora lo que pasando hojas de papel me lleva 45 minutos. Es una lectura distinta, puesto que los formatos portátiles necesariamente provocan la infidelidad, la fuga de atención y la atracción por la frivolidad. A nadie se le ocurre pelearse con su tiempo, sabiendo de antemano que perderá siempre, pero el lector del periódico en papel viene siendo insultado de manera reiterada, acusado de clientela prescindible, pese a desenfundar el euro y medio con heroica resistencia.

Rafael Azcona confesaba con alegre iluminación que había descubierto que el único sentido de la vida era desayunar un día más. Para mucha gente ese desayuno se completa con un periódico de papel. Es muy posible que se vayan muriendo sin sustituto, como parecían estarse muriendo los reparadores rápidos de zapatos y las castañeras. Lo raro es que mientras sobreviven no se les escriba una oda, un agradecido homenaje desde precisamente el formato que tanto adoran, que casi veneran. Es cuando viajo por el mundo cuando me reconcilio con ciertos periódicos españoles, que me parecen caudalosos, bien hechos, formativos, igual que me reconcilio con el país en que nací cuando me pongo a echarlo de menos.

Raro sería que al paseante que disfruta al recorrer un sendero y pisar tierra y las hojas caídas de los árboles alguien viniera a hacerle ver que caminar por la cinta móvil de un gimnasio es más práctico, más cómodo y hasta más musculatorio. Ya lo sabe, pero aun así disfruta del placer caduco, de ser un dinosaurio alegre en la víspera de la gran glaciación. Los que han visto el futuro han ordenado que habrá que desligarse de cosas que amamos, eso es vivir, quizá. Pero mientras dura el presente, queda tiempo para decirle al lector del periódico en papel que estamos aquí, hermano, amigo, envolviendo la realidad como un bocadillo de sardinas. Y al futuro, que nos espere, que no nos rendimos tan fácilmente.

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