Escasez
Los gobernantes, por su parte, salen del paso con los tópicos sin significado de siempre
Es normal referirse a la Semana Santa como a ese signo ortográfico llamado paréntesis en el que se incluye (o recluye) alguna aclaración referida al texto principal. Los autores muy neuróticos son dados al paréntesis; los obsesivos, al corchete, otro signo que, encerrado a su vez dentro del paréntesis, contiene información aclaratoria sobre la aclaración anterior. La gramática se detuvo ahí, en el corchete, porque ir más allá habría significado añadir la compulsión a la obsesión. No es que no haya escritores obsesivo-compulsivos, que por cierto están muy bien considerados, pero todo tiene un límite.
Los políticos nos informaron de que esta Semana Santa sería, como las otras, un paréntesis, y quizá lo esté siendo, pero un paréntesis trufado de corchetes más peligrosos que el metro de Bruselas. O su aeropuerto. Muchos lectores se saltan los paréntesis o los corchetes, generalmente por claustrofobia. Da miedo quedarse encerrado en esas profundidades mentales para siempre. La cuestión, ahora, es que habíamos entrado dócilmente en la pausa vacacional, dispuestos a olvidar por unos días el argumento central de nuestras vidas, que tiene lo suyo, cuando salta todo por los aires, ya ven, y nos vamos a la cama con la imagen de una Europa mutilada por un par de atentados a los que los analistas de guardia aplican remedios de urgencia que no logran taponar las hemorragias teóricas. Los gobernantes, por su parte, salen del paso con los tópicos sin significado de siempre. Lo peor es que dentro de un par de días, cuando logremos emerger al texto principal desde los escombros del paréntesis y las cenizas de los corchetes, tampoco habremos aprendido mucho de lo sucedido. Escasea más el talento político que la ortografía.
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