Pero de qué rayos van vestidos en las películas de Semana Santa
¿Faldas ajustadas antes de Cristo? ¿Colores rojos en la gris Judea? Nos engañaron, pero nos da igual: son obras sublimes del cine
A veces, los romanos llevan demasiados colores, las cortesanas del siglo XII a. C. visten como vedetes de revista y los faraones saquean las tumbas de sus antepasados para lucir sus ajuares funerarios con orgullo. Parece un capítulo olvidado del Apocalipsis, pero es lo que sucede si miramos los grandes clásicos del cine religioso con ojo crítico y un buen manual de Historia del Traje. Nosotros lo hemos hecho y nos hemos divertido bastante. Aquí está nuestro veredicto.
'Rey de reyes': un lujo más de una estrella del pop que del siglo I
El monumental relato de la vida de Cristo que firmó en 1961 Nicholas Ray (sí, el director de Johnny Guitar y Rebelde sin causa) tiene más de una licencia poética, y no sólo en el plano narrativo. Aunque es cierto que en el siglo I eran habituales las dalmáticas –un tipo de túnica con mangas que llevaban los patricios romanos–, las túnicas que llevan Jesús y sus discípulos muestran una sospechosa similitud con las sotanas, casullas y dalmáticas (se llaman igual) de los sacerdotes contemporáneos, o con los hábitos de la mayor parte de las órdenes monacales.
Sin embargo, donde Rey de reyes se convierte en un ejercicio de imaginación es a la hora de retratar el lujo que rodea a Herodes Antipas (es lo que vemos en la imagen de abajo). Más que un rey local bajo el mandato de Roma, Antipas parece una estrella del pop. Los mandatarios en la época llevaban túnicas y paños exteriores que podían exhibir colores lujosos y adornos, pero poco tienen que ver con este manto multicolor adornado con motivos geométricos, abundancia de joyería y, sobre todo, un trono que parece una síntesis bastante alocada de motivos egipcios, babilonios y, lejanamente, romanos.
'Los diez mandamientos': ¿qué hace ahí esa pedrería?
Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille (1956), es una monumental epopeya en la que tienen cabida personajes, épocas y escenarios muy diversos. Por ello, también es un espacio perfecto para la fabulación. Moisés, por ejemplo, sí viste con las prendas habituales en el Cercano Oriente: una túnica sencilla sujeta a la cintura con un fajín o cinturón, y algunas prendas simples superpuestas. Donde falla es en ir quizás demasiado abrigado –la mayoría de los egipcios iban semidesnudos, o vestidos apenas con prendas de lino muy ligeras, debido al clima cálido– y, sobre todo, en los colores. Hay demasiadas prendas rojas y violáceas en su atuendo, y ya en la época esos colores eran exclusivos de las clases dirigentes o, al menos, adictas al lujo, por su elevadísimo coste.
Claro que, si algo sobra en Los diez mandamientos, es lujo. Sólo hay que ver a Yul Brynner interpretando al faraón Ramsés (¿?) vestido como si fuera a protagonizar La corte del Faraón en el Teatro de la Zarzuela. Hay que recordar que, salvo en el boato funerario, los egipcios eran un pueblo extremadamente austero, que vestía prendas de pocos colores en tejidos sencillos –esencialmente lino– y que reservaba todo el lujo para el más allá. Eso incluía también al faraón, que aquí sin embargo parece haberse puesto encima todo el ajuar funerario de Tutankamon con el criterio estético de un forzudo de circo. En su atuendo, los tejidos se vuelven metalizados y los elementos militares se llenan de pedrería. Es algo similar a lo que sucedía con la Cleopatra de Mónica Bellucci en Astérix y Obelix: Misión Cleopatra, pero sin el pretexto del cómic.
'Ben Hur': ¡pero si en Judea vestían con taparrabos!
No tema: el mito de su infancia (y de la de su padre, posiblemente) sale bastante bien parado en términos de rigor histórico. A la hora de vestir, al menos. La película que encumbró a Charlton Heston, Ben Hur (William Wyder, 1959), respeta en términos generales el cromatismo de la época (muchos colores apagados) y las prendas, aunque con algunas excepciones: hay alguna manga más de las que debería, teniendo en cuenta que en la pobre provincia romana de Judea la mayor parte de la población vestía apenas con un taparrabos (sí, como el que lleva Ben Hur cuando es condenado a galeras) o un rectángulo de tela doblado en dos con un orificio para sacar la cabeza.
También hay algunos colores que no encajan del todo, como la abundancia de rojos, rosas y violetas que vemos en los trajes de la escena de la foto y que, recordemos, eran carísimos en la época. Un mal menor, en todo caso.
'La túnica sagrada': esos colores no me cuadran...
Las películas “de romanos” suelen presentar demasiadas armaduras fuera del campo de batalla, pero eso ocurre también en el cine de temática medieval. En La túnica sagrada (Henry Koster, 1953) hay soldados vestidos de soldados para pasear por la ciudad, prendas que recuerdan más al Estambul de principios de siglo que a la Judea del siglo I, y, sobre todo, un exceso de estilismo que a veces pesa demasiado. ¿Se han fijado en que la mayoría de los personajes que aparecen en esta escena llevan colores de la misma gama?
'Sansón y Dalila': ¿¡sujetadores y faldas ajustadas antes de Cristo!?
Siete años antes de Los diez mandamientos, Cecil B. DeMille firmaba una enloquecida adaptación de la historia bíblica del temible Sansón (Victor Mature) y la pérfida Dalila, una retorcida femme fatale interpretada por la legendaria Hedy Lamarr (que, además de actriz, fue inventora). En Sansón y Dalila (Cecil B. DeMille, 1949), el rigor historiográfico no aparece por ninguna parte. Tampoco hace falta. ¿Quién quiere una aburrida clase de Historia del Traje pudiendo vestir a Dalila como una bailarina oriental de principios del siglo XX?
Eso es lo que debió de pensar Cecil B. DeMille, porque muchas de sus protagonistas femeninas visten exactamente igual que aquellas bailarinas que danzaban para los turistas en El Cairo y que hoy siguen apareciendo súbitamente en cualquier tetería árabe que se precie. En la cultura mesopotámica del siglo XII antes de Cristo, por si tenía dudas, no existían esos sostenes, ni esas faldas ajustadas a la cadera, ni tampoco esos tejidos tornasolados y bordados en plata que luce Victor Mature y que parecen directamente sacados de un bazar egipcio. Pero el lujo oriental es el lujo oriental, debió de pensar DeMille. Y posiblemente hizo muy bien.
'Jesucristo Superstar': 'jeans' y patillas setenteras
Aunque las epopeyas bíblicas son un género cinematográfico históricamente vinculado a los años cincuenta (año más, año menos), las décadas siguientes también quisieron dar su propia versión de los hechos. Y lo hicieron a su manera, claro. Los años sesenta vieron el surgimiento de un tipo de cine religioso que, en línea con el Concilio Vaticano II, trataba de despojar al relato bíblico de los oropeles orientalistas de antaño. Si había una nueva religión, tenía que parecerlo. Por eso los apóstoles de El Evangelio según San Mateo (1964), de Pier Paolo Pasolini, visten como campesinos italianos de la época, y por eso el estudiante antifranquista Enrique Irazoqui, protagonista de la película, no tuvo que alterar apenas su aspecto para interpretar el papel de Jesús.
Algo similar sucede con la recreación de la vida de Francisco de Asís que filmó Franco Zeffirelli en clave hippy (Hermano Sol, hermana Luna, 1972). También con Jesucristo Superstar, de Norman Jewison (1973). Al adaptar la ópera rock, Jewison trasladó el espíritu del relato a la película: si los personajes cantaban acompañados por guitarras eléctricas, tenían que vestir vaqueros, camisetas y demás símbolos de la juventud de los setenta. El resultado es ecléctico y chocante, pero en el fondo mucho más coherente que el historicismo mal entendido.
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