¿Por qué 'Nueve semanas y media' es la película erótica más ridícula de la historia?
En su 30 aniversario, el 'striptease' de Kim Basinger y las maneras de malote de Mickey Rourke siguen siendo de vergüenza ajena
Nueve semanas y media estuvieron Kim Basinger y Mickey Rourke dale que te pego, aunque sexo, lo que se dice sexo, viéramos lo justito. La película erótica de Adrian Lyne, de la que se cumplen 30 años de su estreno, convirtió en símbolos sexuales a sus protagonistas que, en realidad, no se podían ni ver en la vida real. Más allá del striptease que convirtió la canción de Joe Cocker en un himno, la relación entre un yuppie dominante y una galerista de arte masoca parece un cuento Disney al lado de 50 sombras de Grey. Buscamos los motivos por los que Nueve semanas y media sigue teniendo el honor de ser el filme erótico más ridículo de la historia.
Porque se edulcoró la trama
La película retrata un retorcido juego, pero inofensivo al fin y al cabo, entre dos adultos, una intensa historia de amor en la que se insinúa más que se muestra. La autobiografía de Elizabeth McNeill en la que se basa el filme es mucho más morbosa y desconcertante. La verdadera Elizabeth se pasó la mayor parte de esas nueve semanas y media encadenada, prisionera de un psicópata de verdad. Adrian Lyne rodó más escenas de alto voltaje, pero se quedaron en el cajón. Estrenada en cines con pésimas críticas (y con nominaciones a los Razzie), fue en formato DVD donde lo petó (como ocurrió con Showgirls).
Porque Kim Basinger parece una quinceañera tonta
Venía de ser una sensual chica Bond en Nunca digas nunca jamás, con Sean Connery, pero aquí se exagera su inocencia tapando sus curvas con una colección de jerseys XXL, largas faldas y zapatos sin tacón que ni la más beata. Ese encanto natural de Elizabeth, puro, se acentúa con una risa nerviosa y constantes grititos de sorpresa. Los labios carnosos de la Basinger eran suficiente para volver loco a ese desconocido (Rourke) que le agasaja con regalos, le da de comer de forma compulsiva y le calienta la oreja con cumplidos, provocando en ella una fascinación, pues sí, difícil de entender. Que la actriz haya firmado para interpretar a la ex amante de Christian Grey (la que le enseñó todo) en la secuela de 50 sombras de Grey parece cerrar el círculo.
Porque Mickey Rourke manda pero no se lo cree nadie
Venía de La ley de la calle, y de haber trabajado con los mejores, con ese punto canalla en la sonrisa y un estilo desenfadado. Sin embargo, su personaje tuvo que calzarse tacón cubano para estar a la altura y pagar pañuelos de 300 dólares para que la chica de la peli le hiciera algún caso. “Soy especial, no me digas que no te he prevenido”, se vanagloria nada más verla. Más que un bombón enigmático, John resulta el repelente niño Vicente. Un año después, el actor rodaría su mejor película, El corazón del ángel, donde también se lo montaba con Lisa Bonet, pero el actor comenzó a boxear, se pasó con la cirugía plástica y Nueve semanas y media parece haber quedado como la prueba de que alguna vez fue un buenorro de verdad.
Porque el tono sexy de la peli resulta forzado
¿Un lunes de pesadilla? Para nada. Los basureros riegan a Elizabeth y le gritan que no se vaya, que ellos se encargan de secarla. Y ella se lo pasa pipa. Su compañera de piso cocina en sujetador mientras ve un culebrón apasionado, y le sugiere publicar un anuncio en las páginas de contactos para encontrar pareja. Cuando la amiga se ríe de ella porque nunca ha usado un vibrador, Elizabeth le llama “grosera, pervertida y viciosa”. La “virginal” Elizabeth descubre entonces su lado oscuro con John, de ahí que tengan que comprar una cama nueva. La dependienta alucina (como nosotros) cuando Elizabeth se acuesta y John le anima diciendo: “Abrete de piernas para papá”. ¿Y ese supuesto trio con una latina ronroneando como una gata en celo? Todo resulta absurdo e impostado.
Porque las escenas sexuales no son como las recuerdas
“Siempre me puedes” dice una hipnotizada Elizabeth, alqo que resta buen rollo a a cualquier escena calentorra entre estos dos. Jugar con la comida está muy bien, siempre que no sean jalapeños picantes o jarabe de farmacia. Montárselo en una escalera bajo la lluvia sin que acabes con una hernia discal o neumonía es pura fantasía, por mucho que te haya excitado vestirte de hombre. ¿Y la forma antinatual de masturbarse de Elizabeth viendo diapositivas? O lo más de lo más: el famoso striptease a través de la persiana. La fusta y las esposas salen de refilón, Elizabeth es tan patosa que escapa corriendo y se queda en bolas (es un decir) en la terraza. “You can leave your hat on” cantaba Joe Cocker, pero, ¿de qué sombrero habla?
Porque hay cosas que no pegan ni con cola
“Eres endiabladamente bonita, me gustas mucho, maldita y mavillosa cabrona”. John es un poeta, sus diálogos son de vergüenza ajena. “Vuelve por favor antes de que llegue a los 50” es la peor frase de despedida que uno se pueda imaginar. Pero hay cosas más chungas, como engatusar a tu chica dándole de comer linguini ¡con coles! O pagarle un dólar a un chaval para que se tire un pedo con la sintonía de tiburón (¿en qué estabas pensando Adrian Lyne?). O esa persecución en la que Elizabeth le clava una navaja en el culo a un tipo. O Christine Baranski sujetando una cuchara con la nariz mientras se bebe su whisky. ¿Y ese cameo fugaz de Ronnie Wood, de los Rolling Stones en la galería de arte? Mirándolo así, para qué engañarnos, no se ha hecho una comedia erótica tan divertida como esta.
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