_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pintor

Esta gente tiene dos almas o por lo menos son capaces de que cada hemisferio cerebral vaya por su lado sin interferir en el otro

Félix de Azúa
Un visitante ante 'La Buenaventura' del Georges de La Tour.
Un visitante ante 'La Buenaventura' del Georges de La Tour.Javier Lizon (EFE)

La exposición que el Museo del Prado dedica a Georges de La Tour es una óptima ocasión para descubrir un artista con dos almas. Alguna gente tiene ese privilegio, dos almas, quizás porque nacen ya como gemelos de sí mismos. Si ustedes observan, por ejemplo, a algunos virtuosos (Richter, Cortot) interpretar las más endiabladas piezas de Chopin, habrán reparado en que su derecha ignora lo que hace la izquierda. Una mano está goteando tristeza mortal mientras la otra da brincos alegres y juveniles en el mismo instante. Dos almas. Esta gente tiene dos almas o por lo menos son capaces de que cada hemisferio cerebral vaya por su lado sin interferir en el otro. Faulkner lo hizo en Las palmeras salvajes.

Pues bien, La Tour es uno de estos elegidos. Hay un La Tour costumbrista que nos pinta a un joven pretencioso desvalijado por unas mozas, aunque él cree que le ha robado la vieja desdentada a la que reclama el dinero. Escena picaresca maravillosamente entendida. Y luego hay otro La Tour con figuras recortadas contra la lumbre de un velón, generalmente solas y melancólicas, aunque a veces tienen una compañía misteriosa a la que los expertos no saben dar nombre. Estas dolientes cavilaciones son el momento más elevado y reflexivo de un siglo, el XVII, en el que comienzan a juntarse y apuntar por el horizonte las negras nubes del nihilismo, la conciencia de que ya no somos hijos de Dios.

En La Tour todo es indescifrable. Nuestra némesis planea funesta sobre los rostros en sombras, pero también nuestra vida lúdica y tontuna gira en torno a estos caballeros estafados por muchachas de fresco pecho. Y no me queda espacio para hablar de sus ciegos, que ven más sin ojos que nosotros con dos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_