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Tentaciones

El rap no es solo para machos

¿Qué es el 'queer rap'? Cinco cantantes que desafían los estereotipos de género tienen la respuesta

Abraham Rivera

El género interesa. La cuestión de la sexualidad y sus diferentes manifestaciones es algo que en estos momentos atrae a los medios de comunicación, al público y a los artistas. Esa es la conclusión que parece extraerse del pequeño, pero constante, goteo de noticias que van apareciendo en la red. No solo dentro del circuito mainstream, ahí está La chica danesa, la última película de Hollywood centrada en la vida de Lili Elbe, una de las primeras personas que decide cambiar su sexo en 1930, sino también en el mundo del underground, más proclive a este tipo de acercamientos.

Hace unos días era el músico Octo Octa, uno de los productores más interesantes del catálogo de 100% Silk, quien hablaba abiertamente en la web de Resident Advisor del cambio de género que había llevado a cabo y cómo aquello se relacionaba implícitamente con la música que estaba realizando. Un claro ejemplo y referente en la normalización de este tipo de artistas ha sido Terre Thaemlitz, también conocido bajo el alias de DJ Sprinkles o Miss Take. El creador norteamericano ha conformado mejor que ningún otro músico contemporáneo las dudas y variantes que existen dentro de la construcción de la identidad de género. Sin embargo, no todos los creadores cercanos a la comunidad LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) se encuentran cómodos con este tipo de etiquetas.

El productor y DJ madrileño Lanoche, que próximamente editará Inmensamente en su propio sello, So Unreal, comentaba a la página española This Is Underground: “Creo que lo que te lleva a acercarte a una música determinada no tiene que ver con la identidad de género, sino principalmente con tu gusto y sensibilidad, la manera en que sientes la música”. Distanciándose de la posible influencia de la sexualidad en su música y poniendo el foco de atención en sus producciones. En la misma entrevista declaraba: “Que yo sepa, no se presenta a los artistas varones heterosexuales como un colectivo al que se deba prestar atención por esas cualidades. Me gustaría que se hiciera lo mismo conmigo, y no se me metiera en ningún cajón de sastre por razón de mi imagen, identidad de género u orientación sexual”. Es, por tanto, una cuestión compleja con la que muchos artistas no se encuentran cómodos, pues entienden que forma parte de su vida privada y que no responde a un discurso musical.

En la misma línea, la construcción del género y su aceptación dentro de determinados estilos musicales, se encuentra el llamado queer rap. Este domingo 21 de febrero visitan Madrid dos de sus principales exponentes dentro de una velada organizada por la Red Bull Music Academy en la sala El Sótano. Los productores invitados son Zebra Katz y Le1z, los dos de Nueva York y adscritos a una corriente con otros muchos miembros, en la que destacan Mykki Blanco y House of Ladosha. Las pautas parecen sencillas: introducir la ambigüedad sexual y la normalización del género en un estilo caracterizado por la homofobia, la masculinidad y la misoginia.

Sin embargo, les cuesta reconocer en un pequeño cuestionario enviado por email que esto sea cierto. “Yo diría que esta afirmación es correcta al 50 por ciento”, confiesa Zebra Katz, criado en las escuelas de arte de Florida y Nueva York. “Con el tiempo el hip hop se hará más abierto y cambiará”, remata. Sus rimas y sus bases beben abiertamente del hip hop más oscuro y resbaladizo, pero su creatividad abraza también otras tendencias, es por ello normal que traten de desvincularse de ese otro hip hop.

Eso es lo que comenta Le1f, una de las figuras venidas de Nueva York cercanas al queer rap: “Crecí escuchando a Missy Elliott y Timbaland. Ahora a veces me pongo a Junglepussy, Nicki Minaj, KendrickLamar, Azealia Banks o Drake. Pero, honestamente, rara vez escucho música rap”.

Zebra Katz creció prestando atención a los sonidos del Miami bass (un tipo de rap facturado con el teclado Roland TR-808) de su Florida Natal y unos años más tarde, mientras estudiaba en Nueva York, se interesa por la música electrónica y el rap. Le cuesta reconocerse cercano al movimiento aunque sabe que es uno de sus exponentes: “Rara vez pienso en ello, pero me lo están recordando constantemente. Sólo espero que mi trabajo sea impactante y atractivo para todo aquel que lo necesite”. Los términos en los que el fenómeno del queer rap aparece (allá por el 2012 cuando Pitchfork lo hizo visible, hablando de una amplia comunidad de artistas, productores y MCs) ha hecho que muchos lo vean como una etiqueta más difundida por la prensa. Le1f opina de esta manera: “La prensa piensa por mí, no me importa lo que hagan o dejen de decir sobre eso. Creo que es una discusión que está más allá de mí e incluso más allá de la comunidad gay”.

En todo caso, el movimiento cuenta con una amplia trayectoria y unas bases fuertes. Solo así se entiende que se vean próximos a la tradición de la cultura ballroom (la comunidad LGTB en su expresión más extravagante y underground) y la creación de los primeros clubes que acogían fiestas de travestis. “Nada va a borrar o eclipsar el impacto de la cultura ballroom y las diferentes subescenas que han ido surgiendo en Nueva York”, explica ZK sobre esa fuerte relación que se establece entre su trabajo y el de sus predecesores. “Estas escenas han inspirado a muchos y lo seguirán haciendo”. La Gran Manzana sigue siendo una ciudad atractiva para muchas de estas corrientes, se podría decir que este tipo de cultura aún vive en el trabajo de estos artistas.

La presencia de estos dos productores y la de sus coetáneos cada vez es más manifiesta. La visita de este domingo es un claro ejemplo de esa tendencia. La colaboración que realizó Zebra Katz en el último disco de Kanye West o su gira junto a Azealia Banks son también motivos que sirven para visibilizar a estos artistas y sensibilizar sobre sus métodos. Unas maneras que van más allá de unas letras o unos beats, y donde entra en juego la performance y la experimentación, jugando con la sexualidad y rompiendo con los fuertes convencionalismos que a día de hoy todavía existen.

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

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