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Tribuna
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La democracia simplificada

La política es cada vez más un espectáculo donde cada partido repite el mensaje de siempre

Los políticos se ven obligados a ofrecer mensajes simples para asegurar a sus electores.
Los políticos se ven obligados a ofrecer mensajes simples para asegurar a sus electores.GUIDO BERGMANN (REUTERS)

El despegue de fuerzas políticas organizadas en movimientos asamblearios en España tiene su base en los efectos de la crisis económica, en la falta de expectativas e incluso en la desesperanza de muchos ciudadanos. Pero no es solo la crisis, sino la tremenda desconfianza hacia la política convencional y a sus estructuras de participación y funcionamiento. La política y los políticos se perciben como un problema, los ciudadanos/as no participan en los asuntos públicos, la corrupción parece algo consustancial en las instituciones y, en general, existe una profunda desconexión entre la sociedad y la política, con la pérdida de calidad democrática que ello supone.

¿Dónde hay que buscar la causa de tanta desafección? De entre los múltiples análisis posibles, aquí queremos centrarnos en la comunicación política: el papel de los asesores, las agencias y los equipos que diseñan las estrategias de comunicación que suponen el punto de partida de los mensajes políticos que luego son introducidos en el sistema de medios y sobre el que gira “la realidad informativa” y especulativa.

El “argumentario” es el documento que unifica la posición de los partidos ante cualquier asunto estratégico. Su mecanismo de elaboración es muy sencillo: se parte de la realidad, se recorta lo que puede perjudicar, se elimina lo que pueda aprovechar el adversario, se potencia lo que justifica la posición propia y se busca un titular que lo resuma. En definitiva, se transforma una realidad compleja en un conjunto de enunciados sencillos partiendo de presupuestos persuasivos definidos por la organización y superpuestos a la realidad como una capa de interpretación de la misma que pretende sustituirla. Cada organización elabora estos mensajes con un doble fin: homogeneizar su posición (coherencia, credibilidad, evitar ruido) y diferenciarse del adversario (visibilidad, notoriedad, adhesión) y combinan un elemento racional objetivo con una arquitectura fuertemente emocional. Estos contenidos se distribuyen al sistema de portavoces y se proyectan en entrevistas, comparecencias, notas de prensa, tertulias….. Da igual que haya mil canales, porque el mensaje es único y será repetido mil veces. La espectacularización de la política tiene mucho que ver con la estandarización de los contenidos.

Esta forma de trabajar tiene una función netamente persuasiva: ya no es sólo dominar la agenda sino que se intenta imponer un marco de interpretación (framing) con el que construir un relato verosímil (storytelling) de la posiciones de la organización.

Cada propuesta es un eslogan y se trabaja para que funcione como una llamada a filas

Sin embargo, a lo que nos conduce este modelo es al empobrecimiento de la relación entre la política y los ciudadanos. Cada propuesta es un eslogan y se trabaja para que funcione como una llamada a filas, es decir, simplificando la realidad hasta convertirla en un sistema binario ante el que solo caben la aceptación, el rechazo o la indiferencia. Es más: o se aceptan con entusiasmo o se rechazan con virulencia o provocan un profundo hastío. Y esta parece ser la opción mayoritaria en los últimos años. La gente “pasa”. Los ciudadanos no se identifican con las propuestas de los partidos políticos convencionales debido al extrañamiento de los discursos políticos de la propia realidad, adelgazándola hasta la desfiguración, hasta hacerla irreconocible y, aún peor, increíble.

Si en la “dispersión refractiva” la luz blanca atraviesa un prisma y se descompone en toda su gama de colores, aquí la “concentración persuasiva” hace que una realidad llena de matices y colores, atraviese los medios de comunicación y se convierta en un pensamiento único.

Un contenido además, que tiene muy pocas posibilidades de alcanzar el fin para el cual fue pensado, ya que sabemos que los ciudadanos se exponen sólo a aquellos mensajes que refuerzan su estilo y forma de vida y en los que pueden ver identificadas sus opiniones. Esta exposición selectiva hace que el efecto persuasivo de los medios (y, por tanto, de la comunicación política y, por tanto, de los medios de comunicación) se limite al refuerzo de los ya convencidos. Así que, paradójicamente, la comunicación de partidos genera esferas de opinión estancas y, entre ellas, un gran espacio de incomunicación y desafecto.

Por ello es necesaria una reflexión colectiva que apunte a la complejidad. Debemos añadir capas de inteligencia a la gestión de la comunicación política porque en ella se genera valor para la calidad democrática de nuestra sociedad. Diferenciación de mensajes, enriquecimiento de los contenidos, fórmulas, formatos y espacios en medios que fomenten auténticos debates, asumiendo que la gente puede pensar por si misma y que para ello, un poco de complejidad es recomendable.

Francisco Muñoz es profesor de Comunicación Institucional en la Universidad Complutense de Madrid.

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