Coldplay conquista la Super Bowl (y EE.UU.)
¿Cómo ha conseguido colarse un grupo británico en el evento más americano de la televisión?
Estados Unidos es una fábrica de generar momentos televisivos para el recuerdo y, junto a un debate político en el que participe Donald Trump o un desfile de Victoria's Secret, el intermedio de la final de la Super Bowl es otro que suele recordarse con el paso de los años. Está al alcance de muy pocos el poder amenizar esos 15 minutos que se combinan con los anuncios publicitarios más caros de todo el año. Una audiencia que en 2015 superó los 115 millones de espectadores es la que este año ha podido disfrutar de la actuación de Coldplay, una banda británica. Sí, actuaron junto a Beyoncé, ya conocida en este terreno, pero no deja de ser curioso que una banda inglesa amenice el descanso de un espectáculo tan americano como las hamburguesas.
La final de la NFL supone cada año unos ingresos millonarios para la CBS, la cadena que posee los derechos de emisión que también vende a televisiones de todo el mundo. Que la banda liderada por Chris Martin (Exeter, 1977) cante su nuevo single, Hymn for the weekend, y parte de los éxitos de una carrera de 15 años de duración parece un misterio. Los acompaña la mujer más poderosa de la industria musical estadounidense, Beyoncé, quien ya pasó por ese escenario en 2013. También lo han hecho Katy Perry, quien actuó en 2015 junto a Bruno Mars, Madonna en 2012 o los Black Eyed Peas. Todos ellos referentes de la música estadounidense.
Parece que Chris Martin ha sido asimilado ya como parte de la cultura del país en el que vive desde hace algunos años. Al casarse con Gwyneth Paltrow y después “desparejarse de manera consciente” estableció su residencia tanto en Londres como en Los Ángeles, pero es en esta segunda ciudad donde el vocalista pasa la mayor parte de su tiempo. Eso es lo que, entre otros motivos, lo ha convertido en pasto de la prensa rosa muy a su pesar. El cantante es portada de tabloides y sus citas y la búsqueda de pareja desde su divorcio son una noticia recurrente. Quizá ese sea uno de los motivos que lo ha llevado a ser considerado casi, casi, como de la tierra que lo ha visto crecer profesionalmente.
No se puede decir exactamente que la carrera de Coldplay sea de las más productivas del show bussiness, pues desde el 2000 tan sólo han lanzado siete discos, el último de ellos A head full of dreams hace escasos dos meses. Es por ello que sus novedades son ampliamente aplaudidas entre fans y seguidores de una música que puede gustar a todos y quizá también otro de los motivos que los han posicionado sobre el escenario con más repercusión de Estados Unidos. No hay estadounidense que pase la final de la liga de rugby sin reunión de amigos y no hay mejor manera de anunciar al mundo un nuevo trabajo. Puede que ese sea el motivo, como informa Forbes, de que no vayan a ver ni un dólar de este mini concierto, pues supone una publicidad como no hay otra dentro de una industria a la que no resulta difícil llegar, pero sí mantenerse al nivel de los actuales Coldplay.
Casi raya lo anecdótico que una banda que surgió como un grupo indie, como continuación en un tono mucho más comercial de aquello llamado brit pop ahora se encuentre a la altura de bandas como U2 o los longevos Rolling Stones. Su pop blandito y una serie de conexiones muy bien atadas dentro del negocio musical americano los han colocado en el escenario más importante del mundo. El dueto con Beyoncé se queda en un mero apunte a una relación de Martin con Jay-Z que se alarga casi 10 años en el tiempo. Y Jay Z es, a pesar de sus fiascos como Tidal, el capo más poderoso en la industria musical de su país. Incluso han trabajado juntos en un disco de 2006 del rapero, Kingdom Come. La asociación entre el ejemplo de músico comprometido con los desfavorecidos en el mundo y uno de los representantes más descarados de la cultura bling bling no puede resultar más chocante, pero el dueño de Roc Nation y su mujer se han convertido en dos de los pilares fundamentales de la vida en California de Chris Martin.
Y es que si Paltrow renegaba de sus orígenes e incluso llegó a asegurar encontrarse mucho más feliz en Londres (lo que provocó toda una oleada de odio hacia su persona cuando todavía ni siquiera existían las redes sociales) parece que el camino de su exmarido ha sido exactamente el contrario. Un noviazgo con Jennifer Lawrence conseguía que, además de ser valorado por su música, fuera visto con simpatía. Tan sencillo como haber dejado atrás a aquella mujer que no quería saber nada de los Estados Unidos y unirse a la que va camino de convertirse en la nueva novia de América, un título oficioso pero casi más valorado que ningún galardón cinematográfico.
Los chicos de Chris Martin compartieron escenario, además de con Queen Bey, con Bruno Mars. El hawaiano ya ha actuado también en la Super Bowl pero gracias al ya estomagante Uptown Funk volverá a pisar el escenario con el inglés y la tejana. Quizá sea una llamada de atención sobre por donde van a ir los tiros en el mundillo musical en este 2016 presentando a los tres nombres más influyentes. Beyoncé, por lo pronto, lanzaba 48 horas antes de la cita una canción sorpresa que anuncia nuevo disco y que nadie, como ya viene siendo habitual, se esperaba.
Sea como fuere lo cierto es que la aparición en el acontecimiento deportivo del año de Coldplay supone el espaldarazo definitivo para la banda en un mercado que parece estar abriéndose a lo británico en todos los campos artísticos. Eddie Redmayne se alzaba el año pasado con un Oscar, un premio que confirma una tendencia imparable: lo british está de moda.
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