Diálogos
Los votantes, mientras tanto, observamos turulatos el espectáculo y nos palpamos los unos a los otros para acreditar que existimos, pero no existimos
"Yo, sin duda, voy a hablar con todo el mundo”, dice el célebre lector de prensa deportiva, también conocido como Número Uno, pero no aclara de qué quiere hablar y luego resulta que nadie quiere hablar con él. “No hablaré nunca con el Número Uno porque quiero formar un Gobierno de progreso”, dice el Número Dos, y acto seguido regala dos sillones a los separatistas catalanes que son lo más reaccionario del país. “Yo no hablaré con el Número Uno, pero sí lo haré con el Número Dos, siempre que éste no hable con el Número Cuatro”, dice el Número Tres, sin explicar de qué va a hablar, aunque de inmediato se divide por cinco: la parte gallega, la parte vasca, la parte catalana, la parte aragonesa y la parte valenciana. El Número Cuatro, perfectamente vestido, asegura que puede hablar con todo el mundo menos con el Número Tres porque es separatista catalán, vasco, gallego, aragonés y valenciano.
Los votantes, mientras tanto, observamos turulatos el espectáculo y nos palpamos los unos a los otros para acreditar que existimos, pero no existimos. He tratado de palpar a un votante del Número Uno y se ha disuelto en el aire como un gas. El del Número Dos, desesperado, trató de agarrarse a mi mano, pero se deshilachó como una telaraña. El Número Tres quiso darme un tortazo, pero comenzó a girar como una peonza hasta desplomarse. El Número Cuatro me felicitó el santo y luego se convirtió en un celaje de color azafrán y ascendió a las alturas.
No existimos, queridos compatriotas, somos contingentes. Sólo existen los separatistas catalanes que, mientras tanto, ya han legislado para que todos los españoles cojan la lepra en cuanto pongan un pie en tierra sagrada.
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