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Rebeldes y solteras El matrimonio infantil, sobre todo de niñas, está muy extendido en Bangladesh. El 65% de las menores de 18 están casadas. Hay, sin embargo, cada vez más jóvenes que se niegan, no sin dificultades pues luchan contra sus familias, la tradición y la presión social La madre de Rubi, Helena Begum, de 45 años, se siente culpable del calvario que vivió su hija. “Él trabajaba en una fábrica de tintes y pensábamos que era una buena elección para ella”, justifica. “Pero mi decisión fue equivocada. Intentaremos que tenga la mejor vida. Si Dios quiere, llegará a la universidad”, asegura mientras le lanza miradas cariñosas a su hija. Sofía Moro Pese a su dramática historia, Rubi tapa la sonrisa que se le dibuja en la cara al relatar cómo consiguió escapar de su marido y sus suegros. "Me puse un burka para que nadie me reconociera y caminé cinco kilómetros hasta llegar a casa de mi abuela", recuerda. Su caso fue un ejemplo para sus compañeros de clase en la escuela de la ONG Educo para niños trabajadores en la que estudiaba. Su regreso sirvió para que los profesores tratasen el tema con todos los alumnos. “Ninguna niña más de ese curso se casó”, apostilla la maestra Hatsatun Naharz. Sofía Moro Mapa del barrio (poblado chabolista) de Hazaribag, en Dacca, colgado en la pared de la escuela de la organización española Educo. Este 'slum', como la mayoría de asentamientos informales en los que vive la población más pobre de la ciudad, es un laberinto hediondo de barro y basura, en el que las casas de chapa miden apenas 10 metros cuadrados para familias enteras. Sofía Moro Las niñas estudian en las escuelas infantiles que la ONG ha levantado en los barrios más pobres de Dacca para menores trabajadores. Con ayuda de la escuela y de sus familias, se les protege del matrimonio infantil al que muchas están abocadas. De hecho, casarse antes de los 18 años es motivo de expulsión de sus colegios. Sofía Moro En los ordenadores de las escuelas de la ONG, los niños aprender a escribir su curriculum. La mayoría de los chicos quieren ser empresarios y montar su propio negocio, y las chicas desean llegar a la universidad para ser profesoras, médicas e ingenieras. Sofía Moro Cartel en la escuela de Educo en el barrio de chabolas de Korail, en Dacca, en el que se puede ver la proporción de niños y niñas en una clase. Sofía Moro El matrimonio infantil es una grave violación de los derechos humanos. Los riesgos para las niñas son elevados, denuncia Human Right Watch. El embarazo temprano es uno de ellos. “Las chicas entre 10 y 14 años tienen cinco veces más probabilidades de morir durante el parto que las que tienen entre 20 y 24; las que esán entre los 15 y los 19 padecen todavía el doble de posibilidades de fallecer durante el alumbramiento”, señala la organización en un informe. Las niñas con educación primaria, secundaria y superior eran un 24%, 72% y 94% menos propensas a casarse que las que no tenían estudios. “Las mujeres casadas antes de los 15 sufren más violencia de género en el matrimonio que las que se enlazan a partir de los 25”. “Los datos globales muestran que las jóvenes del 20% más pobre de la sociedad tienen el doble de probabilidades de casarse antes de los 18 que las que pertenecen al 20% más rico”. Sofía Moro Muchas de las profesoras de primaria de las escuelas de la organización en los barrios más precarios de Dacca son antiguas alumnas, vecinas y pobres también, que costean su formación superior con el sueldo que les paga la ONG por este trabajo. Sofía Moro Sahanaj es una niña de 14 años que estudia 5º grado en su barrio, Hazaribag. Ha conseguido librarse del matrimonio en dos ocasiones. Desea continuar su formación y llegar a ser doctora. "Como la hija del gestor de viviendas de alquiler en la que vivimos", dice. Sofía Moro Sahanaj posa junto a su madre, Peroza Begum, de 50 años. De sus cuatro hijas, dos se casaron antes de alcanzar la edad legal de 18 años. Sahanaj consiguió eludir las dos proposiciones de matrimonio que ha tenido de dos vecinos. No escapó, sin embargo, de las zarpas del trabajo infantil. Hasta 2015, cando abandonó su empleo para dedicarse por completo a su formación, trabajaba como sirvienta en una casa. Sofía Moro Mousumi Lataa, de 19 años, fue secuestrada por sus padres –así lo dice ella- cuando tenía 13 para casarla con un divorciado de 30. Sin más ayuda que su propio deseo de escapar para cumplir su sueño convertirse en doctora, se subió a una barcaza desde el pueblo al que se la habían llevado para llegar a Dacca, donde la acogió un antiguo vecino. Una de las críticas que hace Human Right Watch en su informe 'El matrimonio infantil en Bangladesh' es que el Gobierno no ofrece ningún tipo de apoyo a las niñas como Mousumi que se niegan a contraer matrimonio. Sofía Moro Jesmin Akter, 15 años, cursa 9º de primaria. Con el apoyo de su madre, Nooryehan Begam, de 39, consiguió librarse del matrimonio cuando tenía 11. "No quería dejar la escuela", explica ella sus motivos para rechazar la temprana proposición. En aquel momento, trabajaba cosiendo pedrería en la ropa en una fábrica textil, pero dejó aquel empleo y hoy da clases a un grupo de siete niños por 15.000 takas al mes (unos 175,50 euros) y ahorra para pagarse su formación en el futuro. Sofía Moro Mohammed Sahahaz Alaman Mridha, de 56 años, bien puede ser considerado un héroe anónimo. Lo es, al menos, para su hija, Rozina Akhter, de 23. Él fue quien se negó al matrimonio que su madre y hermana habían planeado para ella cuando solo tenía 12. “Había una conspiración para casarla”. El padre argumenta que él solo deseaba que su pequeña tuviera una buena vida, una postura que no es la habitual entre los progenitores. “Como veía a profesores de esta escuela, personas educadas que enseñaban a nuestros hijos, pensé que si mi hija estudiaba podría ayudar a otros también”, abunda este señor de ojos claros brillantes, barba cana y hablar sereno. Hoy, Rozina estudia Ingeniería en la universidad en Dacca. Sofía Moro Sharmin Akter tiene 16 años. Camina descalza por suelo de barro de Korail, uno de los más populosos chabolistas de Daaca, hasta llegar a su casa, donde vive con sus padres y su marido. "Me casé por amor", explica. Ella tenía 15 y el 17, contraviniendo la ley que fija la edad legal para contraer matrimonio en 18 para las mujeres y 21 para los hombres. Como ella fue expulsada de la escuela de la ONG Educo al haberse enlazado antes de lo permitido, el esposo paga parte de su educación. “No sé por cuánto tiempo podrán costearme la escuela”, lamenta Sharmin, que quiere llegar a la Universidad y especializarse en inglés. “Porque la gente que lo estudia consigue mejores trabajos”. Sofía Moro “Sé que el casamiento temprano no está bien, pero como mi novio y yo nos queríamos, la gente hablaba y pensaba mal de mí porque no está bien visto el noviazgo; así que para estar seguros decidimos casarnos”, explica Sharmin. Su vida ahora es una mezcla de obligaciones en el hogar y en el colegio. Se levanta a las cinco de la mañana y prepara el desayuno, después acude a sus clases. Al salir, cocina la comida para toda la familia. Pan y verduras, a veces con arroz y, en el mejor de los casos, pescado. Al anochecer, hace la cena, es decir, tritura las sobras del mediodía. Un puré. Y solo después de haber terminado, tiene tiempo para estudiar, entre las 19.00 y las 22.00. Su caso es raro, pues normalmente el matrimonio a esas edad va acompañado de abandono escolar. Sofía Moro Este grupo de niñas de una escuela de Dacca forman parte del programa 'Youth for Championship' de Unicef en Bangladesh. En el marco de este proyecto, reciben formación e información contra el matrimonio infantil, prácticas saludables de higiene y en salud sexual y reproductiva. Convertidas en pequeñas lideresas, resueltas en su forma de desenvolverse y expresarse, se encargan de transmitir lo aprendido en su entorno. La falta de educación, la situación de pobreza y la presión social tienen mucho que ver con la elevada tasa de matrimonio infantil en Bangladesh. Según el estudio publicado por HRW, las niñas son consideradas una carga para las familias y si algún varón se quiere casar con ellas, no esperan a que alcancen la edad legal. Las esposas viven en la vivienda del marido, por lo que una hija casada deja de ser un gasto para los padres. Además, la práctica de la dote –pago en dinero, joyas o bienes que realiza la familia de la novia para que se produzca el casamiento– está muy extendida, a pesar de estar prohibida. Y cuanto más joven es la muchacha, menor es la cantidad a saldar. Sofía Moro