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CLAVES
Columna
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La cara B de Europa

El asunto central es cómo resolver un problema que es una amenaza en cualquier lugar de Europa

Jorge M. Reverte

Qué ocasión tan buena para demostrar alguna de las muchas virtudes que adornan a Europa. Los refugiados. Ellos solos han sido capaces de decirnos lo que somos. Ahora nos toca a nosotros, los ciudadanos mejor protegidos del mundo, decidir qué queremos ser y qué queremos que sean nuestros vecinos.

Empezamos: Dinamarca, el país donde todos queríamos vivir. El primer sitio donde se abolió la esclavitud; el primer sitio que reconoció que las mujeres y los hombres debían ser iguales, porque lo eran. Y un sitio donde hubo resistencia ejemplar contra los invasores nazis. Un paraíso de los derechos humanos. Y es Dinamarca el país que está discutiendo qué les quitan a los refugiados de sus escuetos bienes para garantizar el pago por los daños provocados. A falta de una decisión firme, había que sugerirles a los daneses y a sus dirigentes políticos que les quiten los dientes de oro. Ellos (sirios, iraquíes, etcétera) tienen la costumbre de hacerse prótesis de ese material. Y además no sería la primera vez que unos europeos hacen eso. Ya se hizo con los judíos.

Segunda: Bandas, al parecer organizadas, de hombres de raza árabe, atacaron a mujeres alemanas en la estación de tren de Colonia. Había muchos elementos para reflexionar en aquel disparate colectivo. Uno de ellos era, desde luego, la cuestión racial. En el lado de los europeos blancos y homologables, o sea, de los buenos, la idea de siempre: la educación es la culpable. El problema es que las mujeres afectadas tendrían que esperar otros veinte años hasta volver a la estación de Colonia para que no les pasara nada. Y otra salida es la del ministro del Interior: a los refugiados implicados, se les expulsa. ¿Adónde? Las mujeres de Colonia tendrán que enterarse para saber adónde viajar. Y queda por resolver también qué hacer con los hombres acosadores que no estaban allí. Importante cuestión para medir si la justicia es mediática o igual para todos.

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El asunto central es cómo resolver un problema que es una amenaza en cualquier lugar de Europa. Una mujer no puede ir a las nueve de la mañana con falda corta a la orilla de una avenida populosa de Europa. La fríen a obscenidades y a propuestas indecorosas. Nos queda mucho, pero hay que ser todo lo bestia que sea necesario con estos salvajes. Eso es democrático.

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