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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Mein Kampf’, un panfleto para la Historia

La reedición crítica hecha en Alemania es mejor que prohibir la publicación

Copias antiguas de 'Mein Kampf', de Adolf Hitler, desplegadas durante la presentación del libro reeditado en Alemania por primera vez desde la II Guerra Mundial.
Copias antiguas de 'Mein Kampf', de Adolf Hitler, desplegadas durante la presentación del libro reeditado en Alemania por primera vez desde la II Guerra Mundial.Johannes Simon

Ya está disponible en Alemania una reedición de Mein Kampf, el odioso panfleto compuesto por Adolf Hitler cuando se encontraba en prisión por la intentona golpista iniciada en una cervecería de Múnich. Él mismo se hizo después con todo el poder en Berlín y la obra de marras se convirtió en instrumento ideológico del nacionalismo y del racismo encarnados por los nazis. El editor alemán de Mi lucha, desbordado por la demanda, ha anunciado un aumento de la tirada prevista, inicialmente cifrada en unos modestos 4.000 ejemplares, ciertamente alejados de los 12 millones de copias impresas durante el III Reich.

Ha habido muchas dudas sobre si debía publicarse o no el panfleto hitleriano de propósitos criminales, principalmente contra los judíos. Ciertamente resulta paradójico colocar en los anaqueles un texto de incitación al odio racial en un momento tan delicado para Europa. Aunque los populismos de derechas se esfuerzan por distanciarse del nacionalsocialismo y apuntan a la inmigración musulmana como el adversario a batir, nada garantiza que no se aprovechen del espíritu de la obra de marras para incrementar la presión xenófoba contra enemigos más contemporáneos, aquellos a los que apuntan esas corrientes desde Francia a Reino Unido, Dinamarca, Holanda, Finlandia, Grecia, Hungría y otros países donde las ideas xenófobas no paran de extenderse. Muchos europeos han luchado contra el pasado nazi y fascista, y desde luego no hay que relajarse en esa tarea.

Siendo reales todos esos riesgos y otros vinculados a la glorificación de la fuerza, ¿qué sentido habría tenido insistir en la prohibición de reeditar a Hitler? No se publicaba legalmente en Alemania desde la época de la ocupación por las fuerzas aliadas. Que haya permanecido hasta ahora bajo la custodia del Estado de Baviera no ha sido obstáculo para la circulación de versiones más o menos piratas, accesibles en pequeñas ediciones o a través de Internet. La prohibición o la difusión semiclandestina de este peligroso libro es una solución mucho peor que la utilizada por el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, que ha trabajado para entregar un texto de casi 2.000 páginas, más de la mitad de ellas dedicadas a anotaciones y comentarios.

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Servido en bruto, Mi lucha podría haberse instrumentalizado como una chocante propaganda de la superioridad de la raza aria, con todo lo que esto implica en el terreno de la incitación al odio racial. Sin embargo, debidamente enmarcado por especialistas, disponer del texto en cuestión puede ser la mejor manera de desenmascarar y desmitificar el símbolo y situarlo como lo que es, un panfleto que jugó un papel en la Historia. La edición, más científica que comercial, es una solución preferible al discurso regresivo de la prohibición pura y dura, o hacer como si no hubiera existido. Y también más deseable que el aprovechamiento amarillista de las salvajadas hitlerianas para sumar una carcomida arma ideológica al arsenal de los enemigos de la democracia.

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