La nueva timidez de los museos
FOTO: The Factory (Manchester)
La arquitectura museística está descubriendo que lo más sofisticado puede ser pasar inadvertido. Entre los nuevos centros son muchos los que buscan parecer espacios inacabados, locales informales. Huyen de la solemnidad de los orígenes de la tipología tanto como de la imagen de icono urbano que la caracterizó en los últimos lustros. Y tratan de acercarse más a la idea de un espacio indefinido y algo rudo: un laboratorio, una fábrica, un garaje incluso. Una fábrica, Factory, es el nombre del futuro Centro de las Artes Contemporáneas de Manchester, una factoría fruto de un concurso que hace apenas un mes ganó Rem Koolhaas y que será también el tercer edificio que el holandés, y su estudio OMA, levanten en el Reino Unido.
El propio Gobierno británico ha dispuesto un presupuesto de casi 156 millones de euros para levantar un edificio de gran escala que deberá abrir sus puertas entre 2018 y 2019. “Buscabamos un gran edificio capaz de capturar la visión creativa de la ciudad, un icono para el noroeste”, han declarado. Así, ese comunicado aclara que lo de la estética fabril es una etiqueta, un disfraz, una manera de seguir llamando la atención para distanciarse de –no necesariamente mejorándolo- cualquier precedente. Puede que Koolhaas tenga razón con su idea del ciclo aburrimiento-extravagancia-aburrimiento que caracteriza la arquitectura. Pero por lo que ha simplificado formalmente sus últimos proyectos parece claro que él se haya inmerso en la temporada dominada por del aburrimiento, nada que ver con el clasicismo. Tal vez para compensar tanta sobriedad lo contrario sucederá en el interior de este futuro centro. Factory mezclará tecnología y cine, televisión y teatro, ciencia y danza “bajo un mismo techo”, han anunciado. En Manchester quieren que el suyo sea un espacio no tanto para mostrar arte como para realizarlo.
También otro proyecto reciente de OMA ha apostado por la discreción. Se trata del Garage, frente al parque Gorky de Moscú. La mecenas de las artes Dasha Zhukova (casada con el magnate Roman Abramovich) encargó a Koolhaas la renovación y ampliación del pabellón de hormigón Vremena Goda levantado en los años sesenta. Se trata de una reliquia soviética que Koolhaas y Ekaterina Golovatyuk han transformado en la sala de la colección permanente del nuevo centro.
El resto es espacio abierto. Tres plantas y más de 5.000 metros cuadrados de salas que funcionan, de nuevo, como galerías, auditorio, aulas, bibliotecas o espacio para presentaciones. Más allá del aspecto de aparcamiento que le ha querido insuflar Koolhaas, el garaje que está detrás del proyecto es la cochera Bakhmetevsky, un ejemplo de arquitectura constructivista que la propia Zhukova mandó restaurar en 2008. En otra zona de Moscú que llevaba más de dos décadas abandonada ha nacido este año el nuevo garaje de Koolhaas. El arquitecto asegura que la conservación de las ciudades es fundamental y que el patrimonio anónimo y reciente que siguió a la Segunda Guerra Mundial no tenía defensores. Por eso él mismo se prestó a glosar la “generosidad, apertura y transparencia” que veía en la arquitectura anónima soviética, una lección que ha permitido a Koolhaas “evitar la exageración y la escala de los espacios artísticos contemporáneos”.
Tras saberse ganador del futuro Centro de las Artes de Manchester, Rem Koolhaas declaró estar feliz de participar en el renacimiento de la ciudad y en una iniciativa para la que se esperaba una innovación verdadera. Lo dicho. Los nuevos museos podrán ser tímidos, pero el inefable Rem Koolhaas parece tener ideas, y palabras, para reinventarlos todos.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.