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MIRADOR
Columna
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Calabazas

Ante las remotas posibilidades de formar gobierno, lo que importa es un proyecto ilusionante

David Trueba

Uno de los tópicos que más se han escuchado desde el recuento de votos de las últimas elecciones es ese que dice que algunos líderes políticos priman sus intereses personales por encima de los intereses de la nación. La frase no es tan solo una cursilería, sino que es de una fingida inocencia sonrojante. Si prestas oído con atención, descubrirás que quien utiliza esta frase suele ser siempre alguien que pretende que los demás se asocien con sus intereses particulares. Una vez que se ha resuelto el endiablado reto en que habían sumergido a los miembros de la CUP las elecciones catalanas, queda por saber si los resultados de las elecciones generales también provocarán una parecida resolución a plazos. La única evidencia que arrojan los resultados electorales es el acuerdo para ahorrarnos los desmanes que han causado las mayorías absolutas.

Cuando más complicados parecen los pactos, el único aliento de optimismo para la ciudadanía consiste en recordar que las mayorías fuertes y absolutas casi siempre han servido para justificar la corrupción, la desidia y el mal gobierno. Puestos a preferir, uno se conforma con la inestabilidad climatológica, mucho mejor que con el nublado las 24 horas del día. Fatigados como están ya los conceptos de España y Cataluña por tantos que se los apropian en cada frase, aún hay más virajes escondidos detrás de la aritmética, porque quienes parecen haber salido fortalecidos, y hasta presumen de ello, son en realidad los más débiles. La única pregunta honesta que se están haciendo los líderes políticos en la intimidad es si a ellos les va mejor o peor que se repitan las elecciones. Y es natural que sea así. Por tanto en vez de pronunciar cursiladas que suenan a frase de Kennedy pasada por el eslogan de las rebajas de El Corte Inglés, lo mejor será atender a las urgencias de cada uno, comprenderlas, asumirlas y si somos llamados a votar de nuevo, echarles una mano para resolvérselas y que les quede más claro la próxima vez.

En la linda fiesta de la democracia, la salida del baile es casi siempre un atasco de calabazas, con príncipes a los que les sobra un zapato y les falta un pie al que calzárselo. Las remotas posibilidades de formar Gobierno no deberían hacernos olvidar que las fórmulas que auparon al poder a Carmena o Colau, y casi a Gabilondo, pasan por invitar a la primera línea de gestión una idea ilusionante y con marchamo de honestidad, encarnada por alguien que tenga algo más que ofrecer que cábalas contables en el comité federal de su marca electoral.

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