Tras las elecciones
La palabra más pronunciada por los líderes de los partidos tras las elecciones del 20-D resulta ser “no”. No a negociar, no a pactar, no a ceder, no a consensuar. A cualquier votante, esta falta de cordura y de responsabilidad no puede más que dejarle estupefacto y espeluznado. ¿Es que ninguno de nuestros políticos ha escuchado el mensaje de las urnas? Hay que recordarles que los ciudadanos han depositado, todos, sus papeletas en la misma urna. La urna que conduce al Congreso y la urna que conduce al Senado. Papeletas diferentes, sí, pero para constituir un Gobierno común que gestione la res publica en beneficio de toda la ciudadanía. Naturalmente que es necesario negociar, pactar, ceder y consensuar. Y es obligado formar un Gobierno estable. ¿Por qué no podemos inspirarnos en el notable ejemplo de negociación alemán, en el de pacto austríaco, en el de cesión francés, en el del consenso razonado y razonable? Les hemos votado para convivir.— José Eguiagaray. Bruselas (Bélgica).
El PP insiste en que la única verdad democrática es aquella que da el poder al partido más votado, independientemente de si ha alcanzado o no los escaños suficientes para constituir Gobierno. En las elecciones municipales de 1991, en Valencia, el PSOE de Clementina Ródenas obtuvo 13 concejales y el PP de Rita Barberá nueve, pero la señora Barberá, apoyada por UV, obtuvo la alcaldía que, por cierto y al caloret del poder, ya no abandonó hasta 2015. Ese mismo año, Eduardo Zaplana inauguró su exitosa carrera política desde la alcaldía de Benidorm, a la que llegó gracias a una tránsfuga (apodada La bienpagá), aunque había perdido las elecciones municipales ante el PSOE. Solo son dos ejemplos —hay muchos más— del purismo democrático exigido ahora por el PP.— Jaume García. Valencia.
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