Arquitectura que aspira a no molestar
FOTO: Aitor Ortiz
Lo facetado se puso de moda hace un lustro. Y nos alteró el horizonte fragmentándolo. Se trata de una geometría compleja que puede servir para usos antagónicos: resulta tan útil para hacerse ver como para disolverse en el contexto. España se ha llenado de espacios interiores y exteriores que ilustran la primera opción. Para la segunda, la que busca disimular y asentar un edificio en un paisaje, sirve de ejemplo este frontón en un nuevo parque en la bahía de Pasajes (Guipuzkoa) realizado por el estudio donostiarra VAUMM. Se trata de una intervención que, como casi todas las suyas –zurcidos urbanos o reinterpretaciones de las arquitecturas tradicionales-, aspira a reparar, a no ser vista y, finalmente, a acompañar sin molestar.
La bocana de 300 metros de largo de la bahía de Pasajes es un corredor rodeado de acantilados que hace del puerto un refugio excepcional. Los arquitectos de VAUMM cuentan, sin embargo, que esa gran virtud se convirtió también en su mayor problema ya que el puerto llegó a ser un emblema del desarrollo industrial de la región y por lo tanto del poder transformador del hombre.
Industrias pesadas, grandes infraestructuras del transporte ferroviario, una central térmica de carbón e innumerables empresas logísticas asentadas en el puerto terminaron por transformar por completo la economía, pero también la fisonomía de la región.
Hoy, con otras prioridades y con muchos de esos suelos liberados, el desmantelamiento de los pabellones industriales abandonados y la descontaminación de los suelos ocupados por éstos han dejado “un terreno lunar, sin ninguna referencia del pasado”, explican los arquitectos. Así, el puerto carece de una topografía reconocible, por eso la primera decisión de VAUMM fue la de configurar una nueva.
Aprovechando la excavación necesaria para ubicar el frontón, los proyectistas moldearon una pequeña colina, que, arbolada, separa las nuevas instalaciones de la carretera. Un paseo deportivo, con equipamientos destinados a la tercera edad, y diversas instalaciones recorren esa colina. En el centro, el frontón encara una plaza pública “rememorando la tradición de los frontones vascos, en la que la plaza y el frontón forman una unidad indivisible”, explican. La plaza y el frontón tienen un espíritu polivalente, de plaza de pueblo, y se aprovechan para celebrar todo tipo de actos. Eso en el interior. En el exterior es el volumen, semienterrado y facetado, el que trata de no molestar.
Una última banda de terreno forma un paseo de ribera que acompaña a la Ría de Molinao. Desde allí se impone la nueva topografía del barrio.
Coste del edificio según los arquitectos: 925 € por metro cuadrado. Coste de la urbanización de la plaza y el parque: 58 € por metro cuadrado.
Babelia
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