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Margaret Thatcher, una secreta amante de la moda

La subasta de las pertenencias de la dama de hierro destapa su preocupación por el estilo

Margaret Thatcher camino al Parlamento europeo. Abajo, en Downing Street en 1983.
Margaret Thatcher camino al Parlamento europeo. Abajo, en Downing Street en 1983.Herbie knott

Cuando Margaret Thatcher entró en Downing Street fue pionera en muchos aspectos, entre ellos la imagen. Como la primera mujer jefe de Gobierno en la historia de Reino Unido, carecía de modelos previos de referencia. Rodeada de hombres trajeados, logró construir un estilo que más de tres décadas después de ganar las elecciones generales sigue sirviendo de molde para políticas de todo el mundo. La ropa le ayudó a mostrarse poderosa sin disfrazarse de hombre y le sirvió de reconfortante envoltorio para una nueva y agresiva manera de hacer política. Las perlas, regalo de su marido Denis, que se negó a quitarse pese a los ruegos de su asesor, la retrataban como una tradicional señora de su casa; los trajes de chaqueta, como la dama de hierro que recortaba sin que le temblase el pulso. Su mensaje fue tan efectivo que Thatcher es hoy un símbolo reconocible a lo largo del mundo. Prueba de su influencia es el éxito de la subasta de sus efectos personales que realizó Christie’s el pasado día 15 y que, con una recaudación de 4,5 millones de euros, superó cualquier expectativa. La mayoría de los objetos fueron adquiridos por thatcherófilos de fuera de Reino Unido. Diarios británicos se lamentaron de que ninguna institución nacional hubiera pujado por los objetos. El prestigioso museo Victoria and Albert, que rechazó los ofrecimientos de la familia Thatcher, y ni siquiera adquirió en la subasta ninguna de las prendas para su sección de moda.

La dirigente británica confesó que llevaba ropa bien cortada para que dejasen de fijarse en su atuendo y se concentrasen en su discurso

Hija de una costurera, Thatcher sabía de moda y entendía su lenguaje. Los más veteranos empleados de Aquascutum, su firma británica de cabecera, recuerdan cómo cuidaba hasta el detalle las hechuras de chaquetas y abrigos, en especial la forma de los hombros. Y curiosamente, la moda contribuyó a que descubriese su vocación. A la tierna edad de 10 años se fijó en el atuendo del candidato conservador de la época Victor Warrender: “Llevaba un buen abrigo; bueno, no ostentoso. Hablaba y todos le escuchaban”, explicó sobre el momento en el que empezó a interesarse por la política. Públicamente mantenía que su única preocupación era vestirse cómoda y apropiada, pero en privado disfrutaba de su afición. Según cuenta la periodista Suzy Menkes, Thatcher vivió su inclusión en la lista internacional de mejor vestidos de 1988 como uno de los momentos más importantes de su vida.

Quizás porque las únicas referencias de mujeres en el poder estaban en la realeza, Thatcher empezó imitando a la reina Isabel, con sus guantes y broches de brillantes. Su gusto, un tanto recargado, fue depurándose a medida que fue subiendo en el escalafón del partido tory. Sus trajes se hicieron más sobrios y las hombreras y solapas cobraron importancia. Su peinado fue agrandándose e inmovilizándose hasta asemejar un casco. La joven que se casó con vestido de terciopelo azul rematado con un tocado de plumas de avestruz, inspirado en el retrato de la duquesa de Devonshire de Gainsborough, tenía poco que ver con la dirigente que visitó Moscú en 1987 con un vestuario de trajes de gala y sombreros de piel propios de una zarina.

Margaret Thatcher a su llegada al Parlamento británico.
Margaret Thatcher a su llegada al Parlamento británico.

En una entrevista televisiva reveló que su secreto era llevar ropa bien cortada para que los demás dejasen de fijarse en el atuendo y se concentrasen en su discurso. A pesar de todo, la dama de hierro siempre se preocupó por suavizar su apariencia. Se dejaba fotografiar en la cocina y elegía blusas con lazada al cuello o pañuelos de seda que le otorgaban un aspecto cotidiano aunque estuviera montada en un tanque. Sin embargo, el atrezo no era suficiente para ocultar su carácter. Entre los miembros de su Gobierno se acuñó el término bolseando (handbagging) para describir la manera implacable en la que abroncaba a sus ministros y que hacía referencia al pequeño bolso de cuero negro de Asprey del que no se despegaba. Durante los 11 años que se mantuvo en el poder, su presencia cambió tan poco como su ideología. No obstante, es posible que en otras circunstancias profesionales hubiera vestido de otra forma. A Thatcher le fascinaba la colección de la diseñadora punk y activista Vivienne Westwood que amasaba la esposa de su ministro de Economía. Westwood le devolvió el cumplido y recientemente opinó que la dirigente vestía “estupendamente”. Lo que separó la política, lo unió la moda.

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