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Tribuna
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Agotado y dividido

El secesionismo ha esquilmado sus caladeros de votos; los no separatistas pueden subir aún

Joaquim Coll

La negativa, que hay que entender ya como definitiva, de la CUP a investir a Artur Mas completa el cuadro que salió de las elecciones del pasado 27 de septiembre. El separatismo, no solo está agotado en términos electorales, sino profundamente dividido. El desacuerdo en torno a la elección del presidente de la Generalitat revela muchas cosas sobre el origen del proceso soberanista, su fondo oportunista y personalista, y pone de manifiesto que la estrategia entre CDC y los anticapitalistas para mantener viva la tensión secesionista y recabar nuevos apoyos es incompatible. Pero vayamos por partes. El análisis en profundidad del apoyo en las urnas al separatismo muestra que no es mayoritario y que ha agotado todas sus reservas. El estudio del Observatorio Electoral de Cataluña para Societat Civil Catalana, a cargo de los profesores Albert Satorra (UPF), Josep M. Oller (UB) y Montserrat Baras (UAB), aporta un dato clave: la “abstención movilizada” en 2015 (unos 460.000 nuevos electores en relación a las autonómicas de 2012) benefició de manera muy sustancial a los partidos no independentistas. Concretamente, solo el 38,3% de los nuevos votantes eligió las papeletas de JxSí y la CUP.

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El incremento en un 7,8% de la participación y que el hecho de que el 61,7% lo hiciera por otras fuerzas evitó que el separatismo alcanzase globalmente la mayoría de los sufragios en unas elecciones que fueron convocadas para ser leídas como un plebiscito. En la zona urbana, donde vive el 75% de la población, ese porcentaje bajó hasta el 32,5%. En la Cataluña rural, allí donde el separatismo es fuertemente hegemónico en una media del 68%, la suma de ambas listas registró un descenso entre los nuevos votantes de 10 puntos. La llamada Cataluña silenciosa fue a votar no solo en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, sino también en las zonas rurales donde 4 de cada 10 nuevos sufragios fueron a partidos (Ciudadanos, PSC o PP) que ni tan siquiera hoy están representados en la inmensa mayoría de los consistorios de esa Cataluña que concentra al 75 de los municipios pero solo al 25% de la población.

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La conclusión es que el separatismo ha agotado sus caladeros electorales. En la zona rural, allí donde podría seguir sacando alguna ventaja entre los nuevos votantes, la participación se sitúa ya en el 81% y difícilmente puede aumentar mucho más. En cambio, en la zona urbana, sigue habiendo una abstención diferencial de 4,7 puntos de media (frente al 5,9% de 2012), lo que permite suponer que los partidos no separatistas tienen margen para seguir creciendo.

Para el nacionalismo conservador el separatismo ha sido un muro de contención social interno, el ensayo de un peronismo a la catalana, y un frente de negociación con Madrid

Al agotamiento electoral se le suma la fractura interna que está sufriendo el separatismo por el desacuerdo entre Junts pel Sí y la CUP. La desavenencia es profundamente estratégica. Los anticapitalistas no quieren investir a una figura con tantas sombras de corrupción como Artur Mas. La negativa completa de CDC de ceder en este aspecto proponiendo otro nombre desmiente la retórica, según la cual, las personas pasaban a un segundo plano ante la oportunidad histórica del proceso soberanista. Y básicamente no hace más que subrayar el giro oportunista que hizo el nacionalismo antaño moderado y pactista. El estallido social en 2011, con episodios como el asedio al Parlament, y la mayoría absoluta del PP en las Cortes, hizo que Mas buscara al año siguiente un terreno de enfrentamiento que le permitiera galvanizar el descontento ciudadano por la crisis.

Para el nacionalismo conservador el separatismo ha sido un muro de contención social interno, el ensayo de un peronismo a la catalana, y un frente de negociación con Madrid, donde parecía que en el peor de los casos no había nada que perder En cambio, para la CUP, que la noche electoral leyó correctamente los resultados al afirmar que se había perdido el plebiscito, el ensanchamiento de la opción separatista solo puede producirse hacia la izquierda, incorporando a Catalunya Sí que es Pot (CSQP) al proceso constituyente tras elegir a un nuevo presidente que no se identifique con los recortes y las privatizaciones.

Pero ese escenario no llegará hasta después de las elecciones generales cuando el único partido de ámbito nacional que propugna un referéndum de secesión, Podemos, no consiga alcanzar el poder. La duda es si CDC, que parece haber dinamitado todos los puentes de un posible repliegue, prefiere reinventarse desde el poder pero sin Mas durante 18 meses más o probando suerte en unas nuevas elecciones de incierto resultado.

Joaquim Coll es historiador y vicepresidente de Societat Civil Catalana.

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