¿Ciudadanos?
A Ciudadanos le encanta jugar con la ambigüedad. Su descarada obsesión es atraer simpatías de la derecha y del centro –incluso de la izquierda moderada- y dar la campanada
En 2015 sería absurdo que Hitler mantuviera la medalla de oro de cualquier localidad alemana. Pero aún resultaría más inaudito que, si esa distinción permaneciera, algún partido no fuera beligerante para anularla de inmediato.
En Calatayud ha sucedido algo extraño alrededor de Franco, de cuya muerte mañana se cumplen 40 años. El dictador, uno de los españoles más dañinos de la historia, conservaba la medalla de oro de la ciudad. El PSOE presentó una moción para retirarla. Recibió el apoyo de Chunta Aragonesista y Aragón Sí se Puede, pero tropezó con la oposición del PP y el PAR y, ojo, con la abstención de Ciudadanos.
A Ciudadanos le encanta jugar con la ambigüedad. Su descarada obsesión es atraer simpatías de la derecha y del centro –incluso de la izquierda moderada- y dar la campanada. Inés Arrimadas y Albert Rivera son jóvenes, atractivos, preparados, brillantes, sensatos, tolerantes y modernos, casi perfectos para disparar la confianza de la España suave, de la España pragmática y de la España financiera, que no es poco. Entonces, si todo les huele tan bien, se me escapan las profundas razones de esta desconcertante metedura de pata. Ante gentuza como Franco, las tibiezas sólo son previsibles en sus hijos políticos. Repudiarle no es una cuestión de derechas o izquierdas, o vencedores o vencidos, sino de puro respeto a los valores y las vidas que él trituró. El pretexto de Ciudadanos para explicar su postura en Calatayud –el supuesto pacto de olvido que incluyó la Transición- es ridículo y me pone bastante nervioso: desprende el cinismo y la desfachatez de un demócrata alemán que, a estas alturas, fuera cómplice de perpetuar alguna clase de honor hacia Adolfo Hitler.
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