Un edificio español aterriza en Las Vegas
En cualquier lugar del mundo civilizado produciría estupor darse de bruces con una copia tan ramplona de un edificio emblemático. Sin embargo en Las Vegas -esas cuatro calles rodeadas por el desierto de Nevada- el plagio es la norma. La ciudad es un territorio sin ley en el que se puede fumar en cualquier interior público y beber en la calle hasta el coma etílico sin que los paseantes pierdan la sonrisa. Con tal de que el dinero se mueva, en las ruletas o en las tiendas, el todo vale impera en medio de un urbanismo a la vez cómico y dramático.
Así, junto a la Torre Eiffel del hotel París, no lejos de la Estatua de la Libertad (o del Puente de Brooklyn) del Hotel New York, en la misma acera que el puente de Rialto y el gran canal con góndolas incluidas del hotel The Venetian (háganse una idea: está Egipto y la Edad Media), en ese micromundo de atracciones turísticas encontré un edificio español.
Se admiten apuestas. ¿Qué edificio español llevaría usted a ese escaparate de los destinos turísticos del mundo? ¿Replicaría La Alhambra? ¿Recurriría al Románico? ¿Se decantaría por una plaza de toros para estar a tono con el tópico? ¿O por La Giralda como hicieron en Kansas City?
Si lo hiciera, no acertaría. La arquitectura española que ha aterrizado en Las Vegas es un mercado junto a The Strip, el equivalente en la ciudad al Paseo de Gracia o a la Castellana. Su promotor, Larry Siegel, de Juno Property, lo definió en su momento como inspirado en el Gran Bazar de Estambul, el mercadillo londinense de Portobello y hasta el no tan lejano Pike Place Market de Seattle. Ninguna referencia, sin embargo, al mercado de Santa Caterina en Barcelona de donde, descaradamente, se han copiado las cubiertas (que no son cerámicas en este caso, sino de fibra de vidrio, para estar a tono con la iluminación nocturna) y la propia sinuosidad de los techos.
Levantado entre la calle Flamingo y Las Vegas Boulevard, el Bally’s Market se inauguró hace un año. Aunque por allí han pasado ya 22 millones de personas (y 44 de coches), el gran centro comercial no parece más que un mercadillo. Puede que sea la venganza de la arquitectura. Aunque aquí se vendan las destellantes bisuterías de Swarovski y en Barcelona quesos y frutas, este proyecto -que ambicionaba exportar el modelo de suma de pequeños comercios al mundo cuando fue presentado- está mas cerca de una suma de puestos callejeros que del mercado como corazón de un barrio que es Santa Caterina, de Miralles y Tagliabue. Así, preguntada por el plagio, Benedetta Tagliabue –que se sorprendió ante las imágenes porque nunca había estado en Las Vegas- contestó con una carcajada y un pero. No se habían fijado bien: “Nuestra cubierta no tiene elementos verdes”.
Vista general del Grand Bazaar Bally's en Las Vegas
Maqueta del proyecto
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