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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

No queremos solo el 0,7%

Por Andrés Amayuelas (@aramayuelas),Vocal de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo.

El nuevo Premio Nobel de Economía, Angus Deaton. Foto: EL PAÍS.

Las recientes crisis ecológicas, económicas y políticas han puesto en guardia a la humanidad. Organizaciones civiles de todo el mundo lo denuncian a diario. La complejidad de estas crisis y sus consecuencias exigen respuestas colectivas y coordinadas globalmente.

De la mano de esas crisis se ha producido un cambio en la localización de la población considerada pobre: el 70% se concentra en países de renta media y los países ricos ven cómo el número de personas en riesgo de pobreza va en aumento progresivo. En España rozamos ya los 13,5 millones de personas en esa situación.

El último Nobel de Economía, Angus Deaton, explica en sus estudios cómo, aunque el crecimiento del PIB ha supuesto ciertos beneficios en términos de salud y calidad de vida, no ha sido así para todo el mundo. En la carrera del crecimiento económico, muchas personas (la mayoría) han visto sus derechos profundamente recortados mientras otras (la minoría) han visto sus carteras enormemente abultadas. Los niveles de desigualdad entre unas y otras han alcanzado cuotas absolutamente vergonzosas.

Esta misma semana conocíamos un informe de Credit Suisse en el que se desvela que el 1% de la población mundial posee tanto como el resto. Lo dicho, vergonzoso.

No podemos hablar de una sola crisis; son varias, complejas e interconectadas. A la crisis económica se une la medioambiental. El pasado mes de agosto el planeta ya había consumido los recursos naturales previstos para 2015. En la deriva consumista sin límites; devoramos los recursos sin que el maltrecho planeta sea capaz de regenerarlos. Las consecuencias que tal situación tiene sobre la vida de las personas y su entorno son profundamente preocupantes. La carrera por los recursos naturales está alimentando conflictos económicos y políticos en muchos rincones del mundo. El cambio climático está obligando a millones de personas a abandonar sus hogares; una cifra que, según el IPCC, podría alcanzar los 150 millones de personas en 2050.

En este contexto, luchar contra la pobreza y la desigualdad y proteger el medio ambiente exige actuaciones desde distintos ámbitos que sean coherentes entre sí. Pensar que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), per se, puede resolver una realidad tan profundamente compleja es un análisis bastante ingenuo, limitado y alejado de la realidad.

A finales de los sesenta, los Estados se comprometieron a destinar el 0,7% de la Renta Nacional Bruta a Ayuda a la AOD. 45 años después, según los últimos datos de la OCDE, solo Suecia, Noruega, Luxemburgo y Reino Unido han alcanzado esa cifra. España se sitúa a la cola de Europa con un 0,14%. La escasa de responsabilidad de los gobiernos en este sentido da buena cuenta de su compromiso real en la lucha contra la pobreza.

El cumplimiento del compromiso del 0,7% es irrenunciable. Ahora bien, la provisión de fondos para AOD debe venir acompañada de políticas económicas, fiscales, migratorias, medioambientales… que frenen las causas de la pobreza y la desigualdad en cualquier lugar del mundo. Se trata de lo que denominamos “coherencia de políticas”, es decir, garantizar que lo que se construye por un lado no se derrumba por otro. Pongamos un ejemplo. Entre los años 1970 y 2008, la fuga ilegal de capitales en África supuso 854.000 millones de dólares, el doble de lo que se destinó al continente como ayuda al desarrollo. Las cifras hablan por sí mismas.

Por tanto, los fondos para desarrollo son absolutamente necesarios para poder implementar la política de cooperación; pero, insuficientes si no van de la mano del resto de políticas que tienen impacto directo en la vida de las personas y en sus derechos.

La interdependencia planetaria no nos da muchas opciones: la cooperación entre los pueblos debe marcarnos el camino. A lo largo de esta semana, numerosas ciudades del Estado Español y de todo el mundo, han acogido movilizaciones sociales que exigen gobiernos responsables que garanticen los derechos humanos y contribuyan a un mundo sostenible, sin pobreza ni desigualdad. Sabemos que los retos son enormes, pero, como Paulo Coelho, pensamos que “es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños, que ser derrotado sin saber siquiera por qué se está luchando”.

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