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Emprender para salir de la miseria

El autoempleo y el trabajo comunitario son las únicas salidas ante la falta de recursos En Nicaragua, Organizaciones locales educan en nuevas formas de escapar de la pobreza

Paula Elvira Estrada, productora de la Comunidad El Volcán, recolecta material verde para la elaboración de composta en Las Lomas, Aguas Calientes.
Paula Elvira Estrada, productora de la Comunidad El Volcán, recolecta material verde para la elaboración de composta en Las Lomas, Aguas Calientes.Felipe Carnotto

No es tan severa como el pasado año, cuando más de medio millón de familias de El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua se quedaron sin nada que comer debido a la mayor escasez de lluvias de la historia reciente. Pero, en este último país, el departamento de Madriz, al norte, afronta con dificultades una nueva sequía. Situado en el llamado Corredor Seco, en la frontera con Honduras, la escasez de agua es a la vez causa y consecuencia de la pobreza. En San Lucas, una de las aldeas más humildes de la región, unas vacas enjutas pacen en la tierra cobriza. Su ganadero reconoce que no compensa dedicarse al campo pese a ser la principal actividad de la región. La mayoría, no tiene otra alternativa.

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En esta región del norte de Nicaragua la dieta básica consta de maíz, arrol y frijoles. “La producción está a nivel de subsistencia, los niveles de explotación de las familias son relativamente reducidos y no generan una actividad comercial como para que los saque de la miseria”, apunta un reciente estudio de la Universidad Centroamericana de Nicaragua, que concluía que existe “un problema serio de seguridad alimentaria”. Según los propios datos gubernamentales, entre un 40 y un 50% de la población vive en la pobreza extrema.

Desde el Instituto de Promoción Humana (Iprhu) de Somoto, la capital del departamento, tienen claro el único camino para erradicar esta situación. “El autoempleo y la capacitación son fundamentales”, señala Gladys Beatriz Cáceres, a la que todos conocen como Doña Gladys. Es la cabeza visible de esta organización no lucrativa, creada en 1990, y dedicada a apoyar y financiar proyectos de emprenduría social, gracias a recursos de organismos como el Fondo Galego de Cooperación.

El autoempleo y la capacitación son fundamentales

Gladys Beatriz Cáceres, directora del Inprhu

“¿Estos neumáticos? Son para plantar”, explica uno de los voluntarios ante la mirada curiosa de unos niños mientras los apila. Los cauchos usados han adquirido una segunda vida en estas latitudes como macetas colgantes. Con esto consiguen que entre más luz y se necesite menos auga para hacer brotar algo, así como para evitar posibles plagas, cuentan los locales.

En Totogalpa ha construido el Inprhu su Centro Educacional de Alternativa Rural. Los más jóvenes acceden a una educación orientada a mejorar las condiciones de vida y de trabajo en la comunidad; allí les animan a desarrollar sus ideas, a valerse por sí mismos, a encontrar nuevas formas de alejar la miseria de su futuro. Las malas condiciones del terreno impiden hacer el trayecto desde Somoto en camioneta. Hay que usar la moto y, durante varios kilómetros, habitualmente hay que cargar a pie con ella por empinadas pistas de tierra.

La escasez de agua es a la vez, causa y consecuencia, de la pobreza en el norte de Nicaragua

La organización busca incentivar Totogalpa como destino turístico rural. Por eso forma y prepara a los vecinos en la confección de artesanías, estimulando la creación de ferias y promocionando el lugar. Una labor que realiza en otros municipios de la región, como San Juan de Limay o la Comunidad del Volcán, donde la belleza de sus tierras contrasta con la falta de recursos de sus habitantes.

A cuatro kilómetros está la comunidad indígena de San José de Palmira, fundada en 2009 después de que decenas de familias campesinas se vieran obligadas a desplazarse a causa del huracán Mitch. Desde entonces, sobreviven en sus casas de adobe y plásticos con lo poco que da el campo, y la ayuda de organizaciones como el Inphru.

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