Condenar por convicción
En el uso de la fuerza sobre otra persona no caben peros. Ni comparaciones, ni distancias políticas por las que la repulsa deba ser más valorada
La portavoz de Vox en Cuenca, Inma Sequí, ha respondido a todos los mensajes de apoyo que ha recibido tras ser agredida. “Recibo con el mismo cariño los apoyos de PP y de Podemos”. Ha sido una retahíla de notas de condena procedentes de todos los partidos. Aunque con peros, prevenciones o recelos.
“Desde una distancia política que difícilmente puede ser mayor, mi ánimo y apoyo a Inma Sequí y mi condena y desprecio a sus agresores”, dijo el dirigente de Podemos Pablo Echenique en Twitter. “Algunos que han favorecido discursos violentos deberían reflexionar sobre las consecuencias de sus palabras”, señaló el portavoz del PP, Rafael Hernando. “Si se demuestra que ha sido por una cuestión ideológica hay que decir que basta ya, porque no se puede atacar a nadie por sus ideas”, escribió el PSOE. “Rechazo la violencia y condeno todas las agresiones: incluidas la sufrida por la dirigente de Vox, las de los sin techo e incluso la mía”, tuiteó Gaspar Llamazares.
No ayudaron tampoco algunas agrupaciones de Vox, como la de Cádiz, que aseguró que “el ataque viene dado desde la izquierda más radical, la misma que nos acusa a nosotros de fascistas”.
España no vive un clima de violencia política, más allá de la verbal con las mentiras, promesas o mandangas de algunos de sus dirigentes. Tampoco esta debería ser tolerada, sobre todo cuando se transforma en insultos. Pero no es lo mismo.
La violencia es violencia. Y en el uso de la fuerza sobre otra persona no caben peros. Ni comparaciones, ni distancias políticas por las que la repulsa deba ser más valorada. Ni condenas que sirvan para no separarse de lo políticamente correcto. Condenar una acción violenta no es una obligación. Ha de ser una convicción. Y por eso esas condenas deben comprimir, en el caso de los políticos que tienen altavoz para sus palabras, toda la repulsa. También cuando se trata de motivos ideológicos, pero no solo.
La guinda la puso el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, al definir el ataque como “incalificable atentado”. Aunque parezca que el ministro que dirige las fuerzas de seguridad hable de agresión o atentado según lo cercana que considere a la víctima, no podemos dejar de exigir al resto de políticos que la condena de la violencia sea con convicción y sin reparos.
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