El hombre que cambió a ‘Nessie’ por un siluro
El perseguidor del monstruo del lago Ness durante 24 años ha tirado la toalla; tan importante como insistir es saber cuando hay que abandonar
Todas las escuelas políticas deberían enseñar dos actitudes vitales (o virtudes públicas) básicas: cuando hay que persistir en los propósitos marcados y cuando hay que desistir. Sobre la primera actitud insisten mucho los moralistas y las academias de empresariales, pues atribuyen a la perseverancia beneficios taumatúrgicos no demostrados. De la segunda actitud no se acuerda nadie; suena a renuncia y a debilidad, como si la falta de fuerzas o el error no fueran datos ineludibles de la realidad.
El introito viene a cuento de la sublime decisión adoptada por Steve Feltham. El bueno de Steve decidió en 1991 dedicar toda su atención a la búsqueda y captura del monstruo del lago Ness, criatura conocida en Escocia como Nessie (en la familiaridad influye probablemente que la nessiemanía proporciona a Escocia unos 25 millones de libras anuales por ingresos turísticos). Feltham renunció a su familia, a su oficio y a su beneficio; acampó en la orilla del lago y durante 24 años ha buscado a Nessie —un superviviente de la era de los dinosaurios, como si fuera posible saltarse 65 millones de años— igual que los caballeros de Arturo buscaron el Grial y Aznar persigue el reconocimiento como estadista. Ni Steve, ni Arturo ni José María han tenido suerte; pero el perseguidor de Nessie ha tenido un gran valor añadido: renunciar.
Veinticuatro años después ha reconocido la futilidad de su esfuerzo. “No creo que Nessie sea un monstruo prehistórico”. Seguramente, dice, no es más que un siluro gigantesco, que puede llegar a pesar 400 kilos; o un pez gato. Feltham ha gastado 24 años de su vida en una entelequia. El interés de esta renuncia no está en el cambio de opinión, ni en el récord Guinness (es el hombre que más tiempo ha esperado la aparición de la criatura); radica en el motivo, hoy enigmático, de la conversión. Puede haberse producido por simple fatiga psicológica, después de miles de amaneceres y atardeceres de frustración; puede deberse a convencimiento empírico, con el intelecto aplastado por la fuerza de los hechos (‘si no se ve es porque no está’); o quizá sean razones metafísicas (‘Dios no me ha destinado a transmitir la revelación de Nessie’).
Feltham ha decidido que este es el momento de desistir; tarde, pero acierta. El caso es que, como en las olvidadas fábulas de Esopo, Lafontaine o Iriarte, queda por ahí mucha gente persiguiendo Nessies, un poco desorientados porque la realidad se les resiste y no logran imponer su propia versión de la criatura mitológica. Ahí están los señores Mas y Junqueras, intentando encajar un pasado imaginado en un presente que no comprenden. Día llegará en que tengan que acogerse a la teoría del siluro. Mientras tanto, van por ahí, como un pato aporreado con una tabla, trastabillando con proyectos lisérgicos. O Ángel María Villar, convencido de que cada temporada que pase en la Federación Española de Fútbol le aproxima a la inmortalidad, como un Nosferatu alérgico a la luz, los taquígrafos y el FBI. Lo dicho: tan importante como saber cuándo hay que insistir es saber cuándo hay que abandonar.
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