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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Urbanitas: "La ciudad justa, verde, eficiente y feliz son el mismo lugar"

"Hace ocho años me di una vuelta en bicicleta por Bogotá junto el alcalde que había transformado la capital colombiana para promover la felicidad de sus habitantes. Enrique Peñalosa insistió en que mediante el rediseño de los espacios públicos y sistemas de transporte de su ciudad empobrecida y violenta, se había hecho realmente a los ciudadanos más felices. ¿Podría una ciudad realmente ser rediseñada para construir la felicidad? Era una idea emocionante, pero el alcalde no podía darme una prueba concluyente de la conexión diseño-emoción. Así que me puse a comprobar la idea en contra de la ciencia y la evidencia en otras ciudades. La búsqueda me llevó a las puertas de los neurocientíficos, psicólogos, economistas conductuales y activistas urbanos, así como a paisajes de la transformación urbana en todo el mundo. También me llevó a realizar mis propios experimentos urbanos informales para entender la relación entre el diseño y la felicidad". Así empezó la mayor aventura del urbanista y escritor canadiense Charles Montgomery, autor de Happy City: Transforming Our Lives Through Urban Designo o Ciudad Feliz: Transformando Nuestras Vidas a través del Diseño Urbano. Un proyecto que lo ha llevado a recorrerse prácticamente todo el mundo en busca de la relación entre el diseño urbano y la felicidad humana.

"Una ciudad feliz utiliza la arquitectura, el diseño y los sistemas para ayudar a todo el mundo a tener una vida más sana, más conectada y más satisfactoria".

"Una ciudad feliz utiliza la arquitectura, el diseño y los sistemas para ayudar a todo el mundo a tener una vida más sana, más conectada y más satisfactoria. Lo hace mediante el reconocimiento de que los edificios, carreteras y otros sistemas de la ciudad alteran la forma en que nos movemos, cómo nos sentimos y cómo tratamos a otras personas. Damos forma a nuestras ciudades, y luego nos moldeamos. Cada ciudad es una máquina de comportamiento", sentencia el joven autor.

Para Charles Montgomery, la oxitocina se convierte en un elemento indispensable a la hora de diseñar nuestras ciudades. "La oxitocina es la hormona de liberación de nuestro cerebro cada vez que tenemos un encuentro que genera confianza. La oxitocina nos hace sentir bien. Nos recompensa por ser amables con otras personas y experimentamos bondad a cambio. La oxitocina es importante para la vida en la ciudad porque las buenas relaciones sociales son el factor que más contribuye a la felicidad humana. Nada importa más - ni siquiera el sexo o el dinero. Así que cuando estamos diseñando edificios, lugares públicos y sistemas de transporte, tenemos que asegurarnos de que estamos construyendo oportunidades para la creación de confianza, encuentros positivos", sostiene Montgomery, exponiendo el principal argumento de su 'Happy City'.

Bogotá, Wikimedia Commons.
Bogotá, Wikimedia Commons.

Según National Geographic, San Sebastián, Kuala Lumpur o Dubai estarían entre las 10 ciudades más felices del mundo; mientras que para la revista Forbes, Río de Janeiro, Barcelona o Amsterdam estarían entre las ciudades cuyos ciudadanos son más felices. "Todavía no tenemos comparativas precisas de la satisfacción entre ciudades a nivel internacional. Pero creo que lo que tenemos que reconocer es que, aunque las personas reportan ser generalmente más felices en ciudades más pequeñas, cada vez más y más personas se están moviendo a las grandes ciudades", dice el experto. Por ello, la satisfacción ciudadana es un aspecto que cada vez está más presente en las agendas urbanas internacionales. Y como defiende Charles Montgomery, la calidad de vida que las personas tienen en las ciudades debería ser uno de los barómetros clave para evaluar si las cosas se están haciendo bien o no en el marco urbano.

En el último Informe Mundial de Felicidad Suiza, Islandia, Dinamarca, Noruega o Canadá recogen los índices de felicidad más elevados del planeta. España se encuentra en el lugar número 26 de el estudio. Y por detrás, en su mayoría, países de bajos ingresos situados mayoritariamente en el Hemisferio Sur del Planeta. "Esto tiene sentido, porque la riqueza, la confianza social, la esperanza de vida y la libertad para tomar decisiones de vida, contribuyen mucho a la felicidad", observa Montgomery.

¿Pero qué pasa con España, que durante la pasada década fue una de las economías más punteras de Europa? "Yo no he estado nunca en España", reconoce. "Pero lo que sí sé es que España ha cometido errores muy terribles en la última década. Ha tratado sus ciudades como materia prima para los especuladores. Ha permitido que promotores inmobiliarios construyan comunidades que dependen totalmente de automóviles, lejos de los centros urbanos. A medida que su economía se recupere España tendrá que redescubrir el valor del estar conectados, tendrá que redescubrir las comunidades peatonales donde todo el mundo disfruta de un fácil acceso a las riquezas de la ciudad", recomienda el canadiense.

Y es que la ciudad que imagina Charles Montgomery no es una ciudad utópica. No es, ni mucho menos, un espacio inalcanzable, aunque no estará libre de contradicciones y de luchas. "Siempre habrá tensión entre las fuerzas del beneficio privado y el bien público en las ciudades. Sin embargo, algunas ciudades han entendido que la construcción de la equidad, la justicia y la inclusión también pasa por mejorar la vida de todos. Por ejemplo, en Bogotá, tomaron el mejor espacio vial, y lo utilizaron para un sistema de autobuses rápidos para que la gente sin coches pudiera cruzar la ciudad más rápidamente, como los ricos en sus BMWs. Ese sistema de autobuses fue tan rápido, tan hermoso y tan cómodo, que tanto ricos como pobres comenzaron a usarlo. Fue así que todo el mundo se dio cuenta de que la ciudad justa, la ciudad verde, la ciudad eficiente y una ciudad feliz son el mismo lugar".

"La ciudad justa, la ciudad verde, la ciudad eficiente y una ciudad feliz son el mismo lugar"

Y es que cada vez más son los ejemplos, de un lado al otro del planeta, de ciudades que se reinventan para sobrevivir. "Los políticos de todo el mundo están adoptando la felicidad como una meta legítima y necesaria. Se han adoptado nuevas leyes de Bután a Francia ante las Naciones Unidas, que promueven índices de bienestar que ayuden a guiar el desarrollo urbano y su política económica", remarca el urbanista. "No se trata sólo de animar a la gente. Las ciudades influyen en el comportamiento humano de formas que tienen profundas consecuencias para la salud pública, las emisiones de gases de efecto invernadero o las cargas fiscales. Por ejemplo, dar a la gente más oportunidades para andar hacia sus destinos diarios minimiza los costes sanitarios. Los estudios realizados en Canadá han demostrado que incluso las personas a las que no les gusta caminar tienden a caminar más cuando viven en comunidades compactas", revela el investigador.

Vecinos de Blenheim Way, Birmingham 44. Imagen de Adrian Bailey, Creative Commons.
Vecinos de Blenheim Way, Birmingham 44. Imagen de Adrian Bailey, Creative Commons.

En este sentido, Montgomery advierte que hay una relación directa entre la geografía y la confianza social. "Muchas personas se trasladan a los barrios suburbanos porque sienten que van a ser más amables y más seguros. Como resultado, si el barrio está demasiado lejos del centro o de otros destinos diarios, acabaremos teniendo menos contacto con los vecinos. La confianza social está mediada por una reacción hormonal que viene con el contacto cara a cara, y un viaje más largo hace menos probable que éste se dé con nuestros vecinos".

"Si tuviera que buscar un indicador esencial de la felicidad urbana, éste sería la confianza social"

"Si tuviera que buscar un indicador esencial de la felicidad urbana, éste sería la confianza social", sentencia el canadiense. "Las ciudades donde las personas dicen que pueden confiar en sus vecinos también reportan mayores niveles de felicidad. Se siente en Manhattan, un torbellino de encuentros cara a cara. Lo sientes en Copenhague, una ciudad donde responsables políticos valoran tanto la conversación entre sus ciudadanos que han duplciado el ancho de carriles bici para que los pasajeros de bicicleta pueden hablar de camino al trabajo", observa.

Pero la confianza con el entorno no solamente viene dada por las relaciones sociales con nuestros vecinos, compañeros de trabajo o personal que nos atiende en el transporte público o el supermercado. Según Montgomery, el diseño urbano puede propiciar la confianza entre sus usuarios, o bien puede propiciar la desconfianza entre ellos. "Algunas fachadas de edificios en realidad hacen que los peatones caminen más rápido. Algunos diseños de apartamentos hacen que los residentes no se relacionen con sus vecinos", afirma. "Las buenas relaciones, la salud física y la confianza social, son ingredientes clave de la felicidad. Al entender estos efectos, se puede volver a configurar nuestras ciudades y nuestras vidas para convertirlas en más saludables, más felices y más resilientes", pronuncia el escritor.

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