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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo triunfar en deporte con malos gestores

Nadie entiende cómo el conflicto entre Gala León y los tenistas ha sido gestionado con tanta incompetencia; ni puede aceptar que se haya llegado a una reyerta pública entre Escañuela y Cardenal

Jesús Mota

Una cadena insólita de desdichas permite a cualquier lector avisado descubrir que los éxitos del deporte español, tan voceados desde la propaganda oficial y tan envidiados en la vecindad (¿se acuerdan de las acusaciones de doping arrojadas contra nuestros campeones desde la prensa francesa?), están construidos sobre aguas pantanosas. Creíamos disponer de la mejor selección mundial de fútbol, pero en el subsuelo de ese jardín está Ángel María Villar y sus conexiones con una FIFA putrefacta; presumíamos de futuro en fútbol femenino, pero hemos topado con un conflicto súbito, a cara de perro, entre el seleccionador y las jugadoras; el atletismo flaquea por algunas sospechas de dopaje; y hasta en bádminton aflora una pugna destemplada entre la federación y la campeona Carolina Marín. Seguimos sin producir premios Nobel de Física o Medicina, pero se resquebraja el pedestal de nuestro confortable reducto de glorias deportivas.

El último episodio de caos, irracionalidad y pésima gestión —podría añadirse empecinamiento, pero no es necesario incurrir en el juicio de intenciones— está destruyendo la credibilidad del tenis. Explotó cuando se supo que el Consejo Superior de Deportes (CSD), presidido por Miguel Cardenal (un asiduo en las broncas a trois con Villar y Tebas), iba a examinar la documentación de la Federación Española de Tenis, dirigida por José Luis Escañuela, por supuestas irregularidades contables. La tensión tenística viene de lejos. Al menos, desde que la federación decidió nombrar a Gala León como capitana del equipo de la Copa Davis, decisión respondida con un boicot general de las figuras del tenis español, desde Nadal a Feliciano López.

Pero como en España pocos acontecimientos consiguen evitar la astracanada, Escañuela convocó una rueda de prensa para denunciar la inspección y proclamar enfáticamente que a él nadie le llama chorizo. Lo que en un país civilizado se hubiera resuelto con discreción y, luego, con el caso aclarado, se hubiese explicado amigablemente, en España se zanja como una pelea de vecinos envuelta en humor zascandil. Mientras Escañuela, con Gala León a su izquierda, peroraba sobre honradez, legalidad y esas grandes palabras que rara vez significan algo, la cuenta oficial del CSD emitió un tuit terminante: el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD), dependiente de Cardenal, suspendía por un mes a Escañuela, sancionado en el mismísimo escaparate. Juego, set y partido.

Nadie entiende cómo el conflicto entre Gala León y los tenistas ha sido gestionado con tan sonrojante incompetencia; ni puede aceptar que se haya llegado a una reyerta pública entre Escañuela y Cardenal orillando todos los cauces de entendimiento mutuo. Cardenal, el CSD, el TAD, Escañuela y Gala León han perpetrado un vodevil chapucero, digno de Los bingueros. La transparencia no consiste en enzarzarse a gritos ante el espectador, sino en resolver primero y explicar después. Sabemos, por fin, por qué el deporte español es milagroso: consigue copas y medallas a pesar de que parece gestionado por clones de Pepe Gotera y Otilio.

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