UE-México: dos socios estratégicos en la aldea global
La cumbre del 12 de junio en Bruselas es la gran ocasión para confirmar que ambas partes quieren desarrollar y profundizar sus relaciones
Europa y América Latina son dos continentes que, a pesar de la distancia que supone la existencia de un gran océano entre ambos, se encuentran mucho más próximos que otros con vínculos terrestres. Los fundamentos de esta relación se hallan en los valores que comparten y que les confieren a sus sociedades respectivas una visión occidental del mundo que les rodea.
En el caso de México, a pesar de ser un socio estratégico, las relaciones con la Unión Europea no han avanzado con la intensidad que cabría esperar de tal condición. Se aprecia una cierta fatiga que hace más ineludible que nunca el aportar nuevos elementos de debate y reflexión, que permitan darles a dichas relaciones un nuevo impulso, situándolas, cuando menos, en el mismo nivel de privilegio que las que la UE mantiene con otras partes del mundo.
La relación de México con la Unión Europea siempre ha sido de gran importancia, debido a las oportunidades que presenta para el crecimiento económico de ambas partes. Para México es una de las mejores alternativas hacia una mayor diversificación de sus relaciones económicas y comerciales, que se encuentran centradas en Estados Unidos y Canadá. Para Europa es fundamental contar con un aliado estratégico como México, tanto en el continente americano, como en los foros internacionales.
A pesar de que México y la UE fueron pioneros en 1997 al establecer un Acuerdo de asociación económica, concertación política y cooperación, conocido como Acuerdo Global, que entró en vigor en 2000, y que en octubre de 2008 el Consejo Europeo aprobase el establecimiento de una Asociación Estratégica entre México y la UE, los acuerdos sucesivos con otros muchos países de América y del resto del mundo han mejorado y profundizado los esquemas previstos en dicho Acuerdo Global, con lo cual se ha quedado obsoleto y no contribuye a que México continúe siendo un socio prioritario, en lo político, en lo comercial y en lo estratégico, de la Unión Europea.
Con el fin de modernizar sus relaciones, México y la Unión Europea deben analizar los puntos fuertes y débiles del camino recorrido en su ya dilatada vinculación y, sobre la base de una revisión y ampliación del Acuerdo ya existente, aprovechar la experiencia de los Acuerdos de Asociación firmados en los últimos años entre la Unión Europea y diversos países del mundo. Así mismo, dicha modernización debe ser un elemento dinamizador del conjunto de relaciones entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe.
La modernización del acuerdo UE-México debe contemplar, en materia de comercio e inversiones, los aspectos relacionados con el régimen de protección de inversiones, la protección de la propiedad intelectual y las barreras no tarifarias.
Es muy conveniente un Acuerdo general sobre inversión con la UE, que sustituya y consolide los acuerdos bilaterales firmados previamente por México con numerosos países comunitarios.
En la protección de la propiedad intelectual México ha hecho un gran esfuerzo legislativo para mejorarla, pero su puesta en práctica no se ha consolidado eficazmente, debiendo establecerse fórmulas para reforzar su aplicación efectiva, especialmente en el tema de protección de marcas comerciales contra la falsificación.
El tema de la gobernanza debe constituir, sin duda, un elemento central
En cuanto a las barreras no tarifarias, México no permite, en el caso de propietarios extranjeros, el registro de indicaciones geográficas, lo que por ejemplo sí sucede en el acuerdo de la UE con Colombia y Perú. Esto constituye una gran dificultad para aumentar el comercio de numerosos productos comunitarios.
Igualmente, hay que señalar la necesidad de buscar fórmulas para favorecer un mejor acceso de los productos agrícolas mejicanos a los mercados comunitarios, lo que ayudaría a reducir el desfase comercial ahora existente.
Por lo que se refiere a la participación de la sociedad civil organizada de México y de la Unión Europea, es necesario que sea especialmente relevante con el fin de contribuir al desarrollo satisfactorio de la modernización del acuerdo entre ambos.
Tres áreas son prioritarias para esta participación: la mejora de la gobernanza, la investigación científica y técnica y, por último, la cooperación en materia de medioambiente.
El tema de la gobernanza debe constituir, sin duda, un elemento central. Es preciso que México incorpore, progresivamente, las numerosas “mejores prácticas” que existen en la materia adaptándolas a la realidad del país a fin de sistematizar las actuaciones de la sociedad civil, permitiendo su consolidación y organización eficiente, de manera a ser un complemento del poder político tradicional en México y un coadyuvante del mejor cumplimiento de los derechos humanos en ese país.
En investigación científica y técnica hay que favorecer la participación de las universidades e investigadores de México en los programas de I+D de la Unión Europea, cómo Horizonte 2020, haciendo hincapié en sectores prioritarios en la Asociación Estratégica como podrían ser los de mitigación y adaptación al cambio climático, a fin de buscar posiciones comunes sobre los mismos.
En materia de medio ambiente, se debe prestar atención a temas tales como la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera, minimización de vertidos acuáticos y contaminación de aguas subterráneas y tratamiento y reciclado de residuos de todo tipo.
México y la Unión Europea deben analizar los puntos fuertes y débiles del camino recorrido en su ya dilatada vinculación
La negociación de un Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea (Trasatlantic Trade and Investment Partnership-TTIP), inevitablemente repercutirá en las relaciones de América del norte, tanto con la UE, como en la región en su conjunto. Una vez que concluya dicha negociación, Canadá, EE.UU y México, tendrán sendos Acuerdos con la UE. En este sentido, debería contemplarse la convergencia en un gran Tratado entre América del norte y la UE. Ello produciría una gran eficiencia en las relaciones entre ambas regiones, así como la posibilidad de disponer de una agenda económica común frente al resto del mundo.
Existen, tanto a nivel de los ejecutivos de México, como de la Unión Europea, de las instancias parlamentarias y de los representantes de la sociedad civil, suficientes elementos para dar un salto cualitativo en sus relaciones. Por ello la Cumbre Unión Europea-México, del 12 de junio en Bruselas, es la gran ocasión para confirmar que ambos socios quieren desarrollar y profundizar dichas relaciones en función de objetivos estratégicos compartidos en el contexto de la globalización, con el fin de promover sociedades más justas e inclusivas.
José Isaías Rodríguez es vicepresidente de Asuntos Europeos de Llorente & Cuenca
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