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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estimado señor Nash

La figura del matemático será imprescindible por lo que simboliza para las personas que conocen su lucha contra la enfermedad

Nash, en una foto de 2002.
Nash, en una foto de 2002.FRED PROUSER (REUTERS)

[Víctor Sánchez Abenia, el firmante de este artículo, es un estudiante polifacético que asistió al último Taller de Entrevistas de la Escuela de Periodismo UAM/El País en la segunda semana de mayo. Uno de los ejercicios del citado taller era la realización de entrevistas entre alumnos; Víctor se ofreció a hacer de entrevistado y escogió personificar en el estrado al famoso matemático John Nash, cuya mente prodigiosa fue objeto de un libro que luego fue una muy conocida película. Demostró, ante las preguntas de la compañera que lo entrevistó, un conocimiento impresionante del matemático, su ídolo. Nash murió el domingo en Estados Unidos, víctima de un fatal accidente de circulación. Aquella entrevista en la que Víctor hizo de Nash es inolvidable para los que la escuchamos. Por eso le pedimos ayer al joven estudiante que escribiera un texto explicando por qué le parecía fascinante la personalidad de su admirado Nash, cuya enfermedad mental dijo compartir.

Víctor Sánchez estudia FP en Cocina y Gastronomía, ha realizado el servicio de voluntariado europeo en Francia, ha comenzado el grado en Filosofía, Política y Economía y tiene otros proyectos para su formación; tiene una discapacidad del 33%.- JUAN CRUZ]

Estimado señor John Forbes Nash:

Usted, que llegó hasta donde nadie antes había atisbado.

Suele decirse que en la vida hay personas que luchan a ratos y que estos son prescindibles pero importantes… Que aun siendo prescindibles, son aún más importantes si luchan mucho tiempo. Otros que luchan toda la vida, —los menos en número, pero grandes—, son los imprescindibles por su incalculable valor intangible. La figura de John Forbes Nash, a mi entender, había sido y será una imprescindible. ¡Qué caray! Lo seguirá siendo por el legado que dejó, por su impronta matemática, y, sobre todo, por lo que simboliza para las personas que conocen su lucha contra la enfermedad que padeció toda su vida, y que le estiman.

Entendámoslo como lo que es: la esquizofrenia es una de las enfermedades más devastadoras que existen para el hombre. Y eso si es que esta puede entenderse como tal. Cuando en una nueva ley se considera delictivo un hecho que en la antigua no se castigaba, no se puede aplicar teniendo efectos retroactivos. Es decir, un delincuente no puede ser castigado retroactivamente. Sin embargo, sí hay una enfermedad o síndrome, o incluso por llamarlo de alguna forma “ventaja evolutiva” que se reproduce en la especie humana entre un 0,85% y un 1% sobre la población total. Y si entendemos que la naturaleza es sabia… ¿Cómo podría ser que, al igual que una ley no puede juzgar a posteriori de forma negativa, una enfermedad fuera contra la ley de Darwin? Tomemos una horquilla ancha de lo que significa esta ley, en la cual el hombre evoluciona hacia mejor, o supuestamente para adaptarse. Es posible que la esquizofrenia o psicosis se pueda llegar a plantear como algo que la ciencia todavía no ha acertado a denominar, con datos científicos suficientes para comprenderla del todo.

Por lo que se sabe la esquizofrenia consiste en un fallo (¿?) químico en el cerebro por el cual la dopamina, — el líquido que transmite la información entre neurona y neurona—, se dispara a niveles muy por encima de lo normal. Las ramificaciones de las neuronas no llegan a tocarse para transmitir los impulsos eléctricos que llevan la información entre conglomeraciones o circuitos neuronales y necesitan de la dopamina para transmitir dicha información. Si el nivel de dopamina es muy alto, la información se produce incluso por encima de lo realmente cuantificable por los sentidos, por lo que crea información que no es real, o se altera psíquicamente la percepción de la realidad.

Esto es especialmente interesante en el caso de John Nash. Suele darse la paradoja de que, cuanto mayor sea la inteligencia de una persona que padece psicosis (véase esquizofrenia, trastorno esquizo-afectivo, o trastorno bipolar), mayor es la elaboración y el nivel de perfección respecto a la realidad o irrealidad de la paranoia en cuestión. ¿Me siguen?).

Es decir, a mayor inteligencia del sujeto en cuestión, existe una elaboración fantástica de la paranoia y su desarrollo, que es prisma de la realidad-irrealidad que nuestro cerebro vuelca sobre la máscara de nuestros sentidos. La información no existe realmente, y nuestra vida parece ser una película de guion imposible. Los diálogos no son lógicos, o, lo que es lo mismo, son demasiado lógicos y lineales para ser reales.

¿Y si John Nash no descubrió su Teoría de juegos? ¿Qué quiere decir? ¿Qué la copio de otro? ¡No! ¿Qué se la inventó la paranoia de su cerebro? Tampoco…

Más bien pienso dos cosas. Siento que la agonía vital del gran John Nash podría partir del sufrimiento por su enfermedad, y que su teoría de juegos —sin ser ciertamente científicos en la hipótesis que voy a desarrollar—, (llámenme cuentista, pues solo es una idea), la desarrolló íntimamente ligada a la solución de “su realidad” versus “irrealidad” o enfermedad, de su realidad como matemático. Un economista clásico piensa que el cliente escogerá siempre el producto más barato en relación calidad-precio del mercado, pero no siempre es así. Una persona sana puede verse abocada a comprar por lo que le dicten sus sentidos, sus emociones, o sus anhelos. Todos tenemos en menor o mayor medida un grado de esquizofrenia, ya sea en la salud de nuestras mentes, o diagnosticada, (para lo cual hay que tratárselo muy bien y tener un sistema público de salud).

Fíjense, cómo se va enmarañando la cosa, pues esto también tiene que ver con la teoría de los juegos… No se puede maximizar el mejor resultado porque es posible perder, y también hay que maximizar el reparto de coste en caso de déficit… John Forbes Nash fue un genio. Toda persona que tiene esquizofrenia diagnosticada, y la suerte de entender que lo que le pasa es una enfermedad y que lo que verdaderamente le persigue o le acosa no existe, tomará a Nash como estandarte y abanderado de la lucha por la salud y la vida, y no se verá como algo negativo en la sociedad. John Nash reconoció abiertamente su enfermedad y fue un testigo positivo de ella, contrarrestando así el estigma. Toda persona que se encuentre en el principio de esta enfermedad puede proyectarse sobre el icono del Genio Nash, e incluso se convencerá de que él o ella también es un gran o una gran genio.

Las inversiones son varias: la primera, de optimización del resultado a lo que supone una rentabilidad posible y no perfecta, o reparto del gasto negativo. La segunda es invertir en ese luchador o luchadora, y poder superar en el futuro con cualquier atisbo de esperanza que se presente. La tercera inversión es devolver a esa persona, apoyándose en la forma como lo hizo John Nash cuando había muchos menos medios para ello. Nash, como persona que lucha toda la vida, como imprescindible, como ejemplo a seguir para aquel que haya caído después de esta nebulosa. Nash es un testigo de vida para otros.

El profesor John Forbes Nash, ahora fallecido en estas trágicas circunstancias, descubrió en el afecto (como nos toca a todos en la vida) la ecuación con la que pudo encajar en su vida la enfermedad, la fórmula que pudo ayudarle a superar su situación cuando los medios existentes, y medicaciones distaban mucho de las actuales.

Por todo ello me fascinará siempre John Forbes Nash. Existen unas ciertas teorías pseudocientíficas, tanto en la civilización de los mayas, como en la antigua cultura egipcia sobre que a algunos recién nacidos se les practicaba una tara deformándoles el cráneo, de forma que crecían sin tener capacidad para hacer tareas básicas. Sin embargo, tenían una gran capacidad de abstracción (como Nash). Algunos psiquiatras hablan hoy en día de la Percepción Intersináptica, parecida a la capacidad de un filósofo que no ve el pozo que tiene delante de sus narices, concentrándose en el cosmos y la visión de las estrellas, y sigue caminando y se cae por no ver lo evidente en su realidad más básica o próxima. Sin embargo, el filósofo comprende lo que tenía en cierta forma a mucha distancia por encima de su cabeza…

En estas culturas el neonato con la cabeza deformada desarrollaba la esquizofrenia y era capaz de ver el futuro cuando crecía si seguía la costumbre o tratamiento médico, la medicina de los mayas y egipcios, que se distingue de la occidental en connotaciones éticas. Estas personas con esquizofrenia eran incapaces de hacer tareas simples, pero podían ver el futuro. Pongamos que así le ocurrió en su Teoría matemática a John Nash. No desarrolló una Teoría de Juegos al uso, sino una salida existencial a su problema creado y resuelto con la misma capacidad de su mente, y que vislumbró al ver el futuro de las Matemáticas. John Nash destacó en su carrera debido a su hándicap, fue y es modelo de muchos. Pero, sin duda, fue su capacidad de dar afecto —como reconoció cuando recogió el Nobel—, la mayor incógnita que cada ser humano debe resolver sepa o no de matemáticas.

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