Miembros y miembras
Hay dos tendencias en este asunto, pero ni la una merece la ridiculización ni la otra ser llamada machista
Me referí el domingo anterior, aunque de pasada, a la expresión “miembros y miembras” y la califiqué de “inconveniencia”. Lamento la simplificación. Como penitencia, me aventuraré aquí a adentrarme en tan espinoso tema.
Se dan a mi parecer dos tendencias en este asunto. Una corriente social pretende forzar el lenguaje (“ciudadanos y ciudadanas”...) para alentar así el cambio de una realidad discriminatoria. Y otro sector considera una pesadez tal empeño y cree que será el cambio de la realidad, por otros medios, lo que altere la percepción de las palabras.
La duplicación logra, en efecto, llamar la atención sobre la desigualdad. Pero al mismo tiempo es cierto que los contextos y la realidad influyen en cómo percibimos las palabras. Si oímos que en una detención intervinieron tres policías, nos imaginaremos a tres varones, aunque no haya atisbo de género en la frase. Si leemos “en el concurso de belleza participaron veinte jóvenes” pensaremos en veinte mujeres. En cambio, una expresión como “los universitarios españoles” nos remite a visualizar una colectividad de mujeres y hombres en igualdad.
La realidad altera los significados.
Muchos de quienes se encuadran en alguna de esas dos corrientes buscan sinceramente la igualdad entre sexos, y por tanto no merecen la ridiculización (lo cual sufren los primeros) ni la descalificación por machismo (como les pasa a los segundos).
Sin embargo, el caso de “miembros y miembras” forma parte de otro costal.
La palabra “miembro” procede de membrum, voz latina de género neutro que significaba “pieza”, “pedazo”, y se aplicaba a las partes del cuerpo
Gramática en mano, tiene sentido decir “vascos y vascas” o “gaditanos y gaditanas”. Pero no “brazos y brazas” o “dedos y dedas” –por hablar de miembros–, pues se trata de palabras sin flexión de género y con un significado propio de objetos que luego se proyecta metafóricamente sobre unas personas.
La palabra “miembro” procede de membrum, voz latina de género neutro que significaba “pieza”, “pedazo”, y se aplicaba a las partes del cuerpo. Y así como podemos decir “Gertrudis es el brazo derecho del presidente” y “Atanasio es la mano derecha de la vicepresidenta” (sin cambiar el género del brazo ni de la mano), hablamos también de “las partes de un juicio” (no hay partes y partos) o de “las piezas fundamentales de nuestro equipo” (no hay piezas y piezos).
Estas razones, y no otras, me llevaron a exponer (con torpeza) la inconveniencia gramatical de decir “miembras y miembros”.
Ahora bien: el revuelo formado hace unos años tras expresarse así la ministra Bibiana Aído y las descalificaciones machistas que después sufrió nos recordaron que aún queda mucho por andar en pro de la igualdad. Por ello, bien podemos plantearnos si no habrá valido la pena que se subvirtiera en algo la estructura de la lengua si a cambio se iluminaba el camino
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