_
_
_
_
_
LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Si me queréis, irse

Wert se reunirá con su novia Gomendio en París y allí vivirán felices, hablando francés en la intimidad sin mucho acento para evitar ser reconocidos por estudiantes de Erasmus españoles. Con esta bella historia de amor se percibe que los cambios son buenos

Boris Izaguirre
Lola Flores en la boda de Lolita Flores y Guillermo Furiase en Marbella.
Lola Flores en la boda de Lolita Flores y Guillermo Furiase en Marbella.Efe

La semana pasada se cumplieron 20 años de la muerte de Lola Flores, una mujer que personificó la marca España mucho antes de que se nos ocurriera que podríamos ser una marca. Siempre recordaré en su funeral a Almodóvar y Rocío Jurado saludándose, como si de alguna manera ellos también se sintieran herederos de esa denominación. Fue hace 20 años pero hoy es una imagen que me acompaña en este sábado de reflexión. Mañana pueden suceder cosas o que todo permanezca más o menos igual. De momento, esta noche puede triunfar Edurne en Eurovisión.

Sería un subidón para la marca España tanto ganar el festival como que nuestra vida política madure mañana. Que se demuestre que todo lo que hemos atravesado, la corrupción, la abdicación, la crisis y los desahucios, que todo eso al final nos ha hecho cambiar. Pero como hoy no se puede hacer ningún tipo de pronunciamiento podría sintetizar esta esperanza en que a partir de mañana la política nacional pudiera ser más bonita, como una primera comunión y más amorosa como lo que está viviendo el ministro de Educación, el polémico señor Wert que podría incorporarse según su deseo a la OCDE en Paris, porque allí ya trabaja su novia. ¡Oh la lá!. Al igual que yo, Wert es todo un sentimental que dejará como recuerdo de su paso por el decrépito Ministerio de Educación y Cultura, una estela de amor de un 21%.

Es cierto que las encuestas lo colocan como el ministro peor valorado. A su pareja, Montserrat Gomendio, con la que planea casarse en julio, tampoco la adoran. Sus críticas al sueldo de los profesores le han ganado antipatías por doquier, pero los que hemos visto a Wert de cerca no podemos evitar observar lo simpático y tranquilo que se muestra, sin parecer sedado, cuando está en medio de la polémica. Al parecer tienen ya organizado todo el protocolo por el Gobierno, recurrirán a algo que llaman puerta giratoria, que me encantaría que lo hicieran extensivo a todos los ciudadanos que lo solicitasen. Tienes un destino torcido, pasas por la puerta giratoria y, zas, te lo enderezan. Así, Wert se reunirá con su novia Gomendio en París y allí vivirán felices, hablando francés en la intimidad sin mucho acento para evitar ser reconocidos por estudiantes de Erasmus españoles.

Con esta bella historia de amor se percibe que los cambios son buenos.

Todos sabemos que la semana fantástica de El Corte Inglés dura casi un mes, lo mismo ocurre con la campaña electoral donde hemos visto el desamor de Susana Díaz y Pedro Sánchez o el de Esperanza Aguirre y Manuela Carmena que es además igual de rubia. O el de Aguirre por Ana Botella. Esperanza no aceptó ningún recomendado de Ana en su lista electoral. Botella se lo tomó fatal, como un botellón a la puerta de su casa. Pero seguro que después de la borrachera electoral habrá una salida por alguna puerta giratoria para todos. Terminada la campaña extrañaremos los carteles de María Dolores de Cospedal en su feudo, Ciudad Real. María Dolores optó por salir vestida con blusa blanca y vaqueros, como si fuera una portada del Vanity Fair americano de hace 20 años. Todo con el aire perfumado de su fragancia favorita, Giorgio Beverly Hills. Los que nos hemos detenido en la cuneta para observar más de cerca, hemos descubierto un Photoshop bueno que simula un cariñoso lifting, un empujoncito hacia arriba en la castellana lideresa.

Si Edurne ganara esta noche Eurovisión, podría pasar que su canción no nos parezca tan mala como se oye por ahí. Todo lo contrario, quizás se convierta en el himno de una era. Siempre creemos que Eurovisión es un circo cuando en realidad hay audiencias europeas que se lo toman muy en serio y ofrecen propuestas pelín más trabajadas que las nuestras. Los que catapultaron a Edurne como una de las más talentosas egresadas de Operación Triunfo siempre valoran que es una profesional que lo hace todo bien. Somos nosotros, la audiencia, los que no terminamos de ofrecerle un empujoncito hacia arriba, nuestro reconocimiento. Siempre me consternó ver cómo siendo Edurne la que mejor bailaba en una edición de Más que Baile para Telecinco, fuera Belén Esteban, la popular princesa del pueblo, la que se llevaba cada gala el aplauso y premio del público. Quizás, Edurne igual que Manuela Carmena, sea demasiado buena para un electorado volátil al que le gusta secretamente ese punto patoso, de equivocación que te hace más próximo, más burro. Pase lo que pase esta noche y mañana, no está de más recordar la sentencia de Lola en la boda de su hija Lolita, la primera manifestación de telerealidad desbordante de nuestra historia: “¡Si me queréis, irse!”

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_