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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Mar Masacre

Por Benito Barandadesde Roma, Italia. Es presidente de la organización América Solidaria.

Emigrantes haitianos desembarcan en la Islas Turcas y Caicos. Foto: ACNUR.

En las postrimerías del siglo XVIII se logró establecer como límite entre República Dominicana y Haití (en la zona norte) el río Dajabón. Más de un siglo después este río sería reconocido particularmente en Haití como ‘Rivierè Massacre’ (río masacre) ya que en octubre de 1937 el dictador dominicano Rafael Trujillo dio la orden de eliminar a los haitianos del territorio limítrofe, fue la llamada también Masacre del Perejil (era la manera de identificar a los haitianos por las dificultades de pronunciación de dicha palabra). Cuentan en Ouanamithe, la ciudad más cercana de Haití, que en ese mes del año 37 el río llevaba mucha sangre.

Las cifras oficiales dicen que más de 20.000 personas han muerto en los últimos 14 años tratando de cruzar el Mediterráneo desde el sur (probablemente son bastante más los fallecidos), la gran mayoría de ellos subsaharianos, recientemente vimos como unos 800 de ellos morían en el mar. En lo que va del año 2015 la cifra oficial debe ser superior a los 2.000. La contraparte es que decenas de miles han logrado cruzar y ya están en Europa, viviendo y trabajando.

A los más de 10 mares que están dentro o en las cercanías del mediterráneo tendríamos ahora que agregar otro más y lo podríamos bautizar –al igual que el norte de Haití- ‘Mar Masacre’. ¿Qué país de Europa no habría entrado en una profunda crisis social y política si 800 de sus ciudadanos hubiesen muerto en unas horas?¿qué nación del viejo continente no estaría en un gran problema si en la última década más de 20.000 de sus ciudadanos hubiesen muerto en el mar?. Las medidas hoy son totalmente insuficientes, tardías y algunas de ellas francamente vergonzosas, ha habido poca anticipación y muchos señalan que los países europeos en su gran mayoría están pagando lo que sembraron por siglos y ocupándose más de la vigilancia de sus costas (como la operación Tritón) que del origen de la migración.

La Europa que fue cristiana, sin las Cruzadas de antaño, esclavizó y explotó a los africanos, extrajo sus bienes, les heredó límites geográficos absurdos a los nacientes países, y promovió luego por varias décadas un neocolonialismo después de sus tardías independencias, evidenciado en las monarquías, dictaduras o pseudo-democracias intensamente apoyadas por occidente, varias de las cuales literalmente se ‘robaron el país’ con la complicidad de occidente. Un ejemplo dramático de ello es lo sucedido en el ex Zaire (hoy República Democrática del Congo) donde gobernó por más de 30 años el dictador Mobutu Sese Seko, repitiendo el mismo modelo de los anteriores colonos se dedicó a depositar en bancos suizos una fortuna calculada el año 1990 en cerca de 5.000 millones de dólares, empobreciendo y endeudando al país, y dejándolo luego en un estado de inestabilidad casi permanente.

Varios países de occidente –y ahora China- quieren los recursos naturales y hacer comercio con las naciones africanas, buscan la libertad de negocios y la seguridad para invertir, pero no desean a sus ciudadanos (salvo cuando requieren mano de obra barata), es como afirmar que las ‘cosas’ pasen de continente en continente pero no las personas. Vean la vergüenza de Melilla y Ceuta que se arrastra por años.

A los habitantes de África que llegan diariamente en embarcaciones hay una buena cantidad de europeos que los acoge, acompaña y ayuda, sin embargo la población en general los mira con sospecha, los considera una amenaza, los ve como inferiores, percibe que les vienen a quitar recursos de ‘su’ seguridad social y le ponen los ‘apellidos’ de subdesarrollados, ignorantes y peligrosos. Los más duros consideran que arruinarán al viejo continente, olvidando con ello sus ancestrales orígenes africanos y que en parte importante su bienestar actual es gracias a la depredación y explotación -hace un tiempo no tan lejano- de las personas y recursos de esos territorios.

Desde esta Europa alicaída uno observa que aún queda muchísimo por hacer, tenemos una inmensa tarea por realizar para que efectivamente reconozcamos la dignidad de cada cual independiente de donde venga, sepamos tratarlo con igualdad de acuerdo con sus derechos como persona y trabajemos para incluirlo en nuestras comunidades.

Son muchas las lecciones que se aprenden diariamente, se me vienen a la mente la vida que llevan y el trato que reciben los inmigrantes de Bolivia y Paraguay en la periferia de Buenos Aires, los de Perú y Colombia en las ciudades de Chile, aquellos de Nicaragua en Costa Rica, los de El Salvador en EEUU, etc…Pero entre todas estas reflexiones no he dejado de pensar en los dominicanos de abuelos y/o padres haitianos a los cuales se les quitó recientemente la nacionalidad, es decir son apátridas: nacieron, vivieron, estudiaron, formaron familia y trabajan en República Dominicana pero no son de ahí; en efecto el 23 de septiembre del 2013, el Tribunal Constitucional dictó una sentencia que establece que no se reconocerá la nacionalidad a los hijos de padres extranjeros en situación migratoria irregular, nacidos a partir de 1929 lo que afecta directamente –y casi exclusivamente- a cerca de 500.000 dominicanos de origen haitiano. ¡En pleno siglo 20 continuamos destruyendo nuestra humanidad!

En América Solidaria no podemos bajar los brazos ni dejar que nos dobleguen la mente o el corazón, tenemos suficientes y potentes razones para soñar y trabajar por un continente más unido, más justo y pacífico, donde no sobre nadie ni consideremos a unos inferiores a otros, donde se aprovechen la diversidad de riquezas de cada uno de sus ciudadanos para hacerlas resplandecer en beneficio de todos. Ese es nuestro compromiso, en eso nos ocupamos diariamente y para eso dejamos lo mejor de nosotros mismos en cada espacio local donde trabajamos e influimos en la medida de lo posible para que toda la sociedad se vea involucrada en esta transformación humanizadora.

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