De Marcel Duchamp a Iker Jiménez
Varias exposiciones nos están enviando un mensaje extrasensorial: no hay nada más moderno que el esoterismo milénico
“Siempre me reconforta encontrar gente con quien hablar de Iker Jiménez”, me confesaba recientemente el responsable de una revista de lifestyle. No es el único. Estos días, dos exposiciones en sendas galerías madrileñas consagran la penúltima vuelta de tuerca de la sensibilidad moderna: la atracción por lo esotérico. Las obras de la serie 'Espacial' que el argentino Benito Laren muestra en La Fresh Gallery rinden homenaje al fenómeno OVNI con imágenes de platillos volantes a las que la brillantina, el esmalte o la purpurina aportan un aspecto naif. Laren es un artista de culto autodidacta que comenzó su vida profesional trabajando como técnico químico en una acería. Su autenticidad reside en sus soluciones técnicas Do It Yourself, pero también en la fascinación sincera que muestra por sus temas, ya sea Michael Jackson o los viajes a Marte. En ese sentido, no está muy lejos de las vírgenes y los bowies (más entes sobrenaturales) de Fabio McNamara, otro artista habitual de la galería que, al contrario de lo que sucede con Laren, sí está respaldado (y tiranizado) por su omnipresencia mediática.
En un terreno muy distinto, La New Gallery (no confundir con La Fresh) expone estos días las 'Itinerancias espirituales' de Simón Arrebola, un conjunto de obras que toman el esquema de la Divina Comedia de Dante (Infierno, Purgatorio y Paraíso) para reflexionar sobre el valor metafísico del acto de caminar. Aunque hablar hoy de Surrealismo sea como mentar la bicha, hay mucho surrealismo esotérico en estas imágenes que emplean la geometría para crear espacios irracionales. También hay símbolos ocultos y criaturas híbridas que parecen sacadas de un bestiario medieval. Puede no parecerlo, pero es algo muy moderno.
Hasta finales de abril, el colectivo artístico Rubenimichi presentaba en La Fresh su última exposición, 'Sol Negro'. Y pese a que siempre han coqueteado con la simbología, nunca antes las obras de estos tres artistas se habían entregado con tanto júbilo al misterio. Estructuras ocultas, rostros velados, signos indescifrables y enigmáticas presencias animales apuntalaban su trabajo más sólido hasta la fecha. En una época en que el salón de los Rosacruces es más transparente que una concejalía de Urbanismo y los canales temáticos, los superventas editoriales y las emisiones de culto combinan sin problemas referencias como los Illuminati, la masonería, el ocultismo, la transmigración de las almas, la criptozoología y la alquimia, los artistas reaccionan y reivindican que Jodorowsky (y Madame Blatawsky, y Patrick Harpur) ofrecen una explicación del mundo tan válida como Adorno, Baudrillard y Benjamin. También más reconfortante, como afirmaba el editor mencionado al inicio. Al final, la línea entre los milénicos y el milenarismo era más fina de lo que parecía. Y al final, como siempre, Arrabal tenía razón.
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