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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tics antidemocráticos

Los tres partidos principales de Portugal buscaron controlar la cobertura informativa de las próximas elecciones

MARCOS BALFAGÓN

Las alarmas saltaron hace días cuando se conoció que los tres principales partidos de Portugal habían alcanzado un acuerdo para exigir a los medios de comunicación —públicos y privados— un plan de cobertura electoral de las legislativas de otoño. Nadie dudaba de que esa idea, vertida en un proyecto de ley, era un ataque al corazón de las libertades. Implicaba lisa y llanamente recuperar la censura previa, una práctica que parecía erradicada en los países democráticos. Una ofensiva de este calibre para amordazar la libertad de prensa, el derecho a la información y la independencia de los medios nos retrotraía a otros tiempos. Y era aún más triste que se planteara justo cuando se conmemoraban los 41 años de la revolución de los claveles.

El texto pactado por socialistas, socialdemócratas y liberales era delirante: periódicos, radios, televisiones y sitios web estarían obligados a comunicar previamente las noticias, reportajes, entrevistas o debates de contenido electoral. Además, un periodista no podría criticar siempre al mismo partido, medida que llevaría a más de un tertuliano al exilio.

Todo el proceso lo controlaría una comisión integrada por los partidos (es decir, comisarios políticos), y a los infractores se les podrían aplicar multas de hasta 50.000 euros. Los autores de tan aberrante despropósito mantenían que el objetivo era asegurar que se respeta la proporcionalidad del Parlamento. Es, por cierto, la misma excusa que se ha implantado en las televisiones públicas españolas, obligadas a usar el cronómetro para que la duración de las noticias se acomode al número de diputados o concejales. Esta forma de entender la información rompe con cualquier criterio profesional y burocratiza el trabajo de los periodistas.

Como no podía ser de otra manera, los medios portugueses no han tardado en condenar el proyecto. Todos a una han dicho que si prospera, lo boicotearían. Ante el gigantesco escándalo desatado, los partidos se han apresurado a dar marcha atrás. Dicen que nada de lo anterior era una propuesta formalizada y se lavan las manos. En el agua quedan restos de disimulados tics antidemocráticos.

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