Y tú, ¿qué quieres cambiar?
Esta entrada ha sido escrita por Ekaitz Cancela -@ecanrog-.
Cambio es ahora una de las palabras que más suena en el ámbito electoral. Pero el verdadero cambio no se da en el plano político, sino en el social. Y la sociedad está en plena transformación. Muchas personas, sin la esperanza de que otros vengan a resolver sus problemas, dan un paso adelante y tratan de solucionarlos por si mismos. Aunque eso es algo que lleva ocurriendo siempre, la llegada de internet ha hecho posible que además, la gente tengan más poder que nunca: hoy cualquiera puede crear un movimiento y lograr cambios. La red ha conseguido algo que hasta hace pocos años era impensable, miles o millones de personas conectadas en torno a una misma causa. Entender este paradigma y usarlo para unir a la masa social es uno de los grandes aciertos que herramientas como Change.org, la mayor web de peticiones del mundo, ha conseguido.
El cambio social es más posible que nunca, la gente comienza a creerlo y a sentirse protagonista: se empodera. “Cada individuo tiene parte de la solución de sus problemas. Eso es lo maravilloso del tema,” que escribía la editora de este blog sobre estas líneas. En España, cada semana alrededor de 350 peticiones se inician en Change.org para lograrlo. Aunque muchas son de carácter local, pronto su repercusión se multiplica, y la gente se moviliza por un sinfín de causas. Miguel, de 14 años, es una de las 30 personas en este país que tiene Síndrome de Morquio; una enfermedad rara, sin cura conocida y con una sentencia escrita, ya que la esperanza media de vida de las personas afectadas es de unos 40 años.
Hace nueve meses, Miguel fue elegido para probar un nuevo medicamento que frena los efectos degenerativos de su enfermedad, pero a principios de año todos estos avances se detuvieron. Su familia recibió la noticia cd que el ensayo clínico había llegado a su fin y que comenzaba la fase de comercialización. El precio del tratamiento ronda los 300.000€ anuales por paciente, lo que se traduce en 6.000€ por dosis semanal, por lo que la Xunta de Galicia debía de decir si se hacía cargo, como ya ocurre en otras CCAA, en virtud del llamado ‘Uso Compasivo’. “Miguel tiene derecho, como cualquier otro niño, a tener la mejor vida posible y negarle este tratamiento es negarle ese derecho”, contaba su madre, Alejandra Casas, que abrió la petición alojada en la plataforma de firmas.
Una semana y 121.000 firmas después, la Xunta confirmó a la familia que su hijo seguiría recibiendo el tratamiento que frena el avance de su enfermedad. Su caso vino acompañado de una estruendo mediático abrumador, que también ayudó a la victoria, e inspiró a muchas personas a participar y abrir sus propias peticiones. Pero en otras ocasiones, la repercusión se convierte en ruido y el grito de auxilio de algunas personas queda silenciado. Aarón, de 13 años, tiene parálisis cerebral y necesita de cuidados y atención permanente las 24 horas del día. Su madre, Pino Santana, trabaja y está sola, por eso luchó para que su hijo ingresara en un centro especializado. A pesar de que un informe médico forense le avalaba, sus quejas llevaban dos años rebotando contra la pared de la Administración. La tía de Aarón, tras ver que los artículos se perdían entre la gran marea de internet, dio un paso hacia delante e inició una campaña en Change.org; en pocos días, el Gobierno de Canarias le concedió una plaza.
Las firmas que consiguió Aarón, 14.000, son sólo un número que refleja lo realmente importante: la movilización organizada que ofrecen las nuevas herramientas online, y más, en un contexto de crisis económica y desigualdad, donde incluso la protesta se ha convertido en un delito. Dar visibilidad a los problemas, tocar la puerta de aquellos en cuyas manos está la solución, y con el apoyo de miles de personas conseguir un cambio real e inmediato, es ahora más posible que nunca.
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