La última oportunidad para Ucrania y Europa
Si Putin logra sus objetivos, podría iniciarse una segunda Guerra Fría
La Unión Europea se encuentra en una encrucijada. Entre los próximos tres a cinco meses se decidirá la forma que tenga de aquí a cinco años. Una y otra vez, la UE ha ido encontrando maneras de salir de sus dificultades. Pero ahora, en Grecia y Ucrania, tiene que lidiar con dos crisis que amenazan su propia existencia. Tal vez sea demasiado para ella.
Desde el comienzo mismo, todos los actores implicados en la persistente y larga crisis de Grecia han manejado mal la situación. Se ha llegado a un punto en que las emociones están tan a flor de piel que tratar de salir del paso como se pueda es la única alternativa constructiva.
Pero Ucrania es diferente: se trata de un caso de claros contrastes. La Rusia de Vladímir Putin es el país agresor y, al defenderse a sí misma, Ucrania está defendiendo los valores y principios sobre los que se creó la UE.
Sin embargo, Europa la trata como a otra Grecia, en un enfoque erróneo que está produciendo resultados equivocados. Putin está ganando terreno en Ucrania, y Europa está tan preocupada con Grecia que apenas le presta atención.
El resultado que Putin preferiría en Ucrania es causar un colapso financiero y político que desestabilice el país, y por el que no deba asumir responsabilidad alguna, en lugar de una victoria militar que lo deje en posesión de una parte (y tener que hacerse responsable de ella). Esto se advierte en el hecho de que haya convertido dos veces una victoria militar en un alto al fuego.
El deterioro de la posición de Ucrania entre los dos acuerdos de alto al fuego (Minsk I, negociado en septiembre pasado, y Minsk II, completado en febrero) muestra el grado de éxito de Putin. No obstante, se trata de algo temporal: Ucrania es demasiado valiosa como aliado para que la UE la deje abandonada a su suerte.
Hay algo fundamentalmente equivocado en la política de la UE. De otro modo, ¿cómo se puede entender que la Rusia de Putin haya superado en astucia a los aliados de Ucrania, que solían liderar el mundo libre?
El problema es que Europa ha ido sosteniendo a Ucrania a cuentagotas, tal como lo ha hecho con Grecia. Como resultado, Ucrania sobrevive apenas, mientras que Putin tiene la ventaja de poder ser el primero en mover ficha. Puede elegir entre la guerra híbrida y la paz híbrida, y Ucrania y sus aliados no tienen más remedio que limitarse a responder.
La situación del país se está agravando. En febrero, cuando el valor del grivna cayó un 50% en unos pocos días, ocurrió el colapso financiero que yo había estado advirtiendo desde hacía meses, y el Banco Nacional de Ucrania se vio obligado a inyectar grandes cantidades de dinero para rescatar al sistema bancario. El clímax se alcanzó el 25 de febrero, cuando el banco central introdujo controles de importación y elevó las tasas de interés al 30%.
Desde entonces, los esfuerzos de persuasión e influencia del presidente Petro Poroshenko han hecho que el tipo de cambio se vuelva a acercar al nivel en que se basó el presupuesto ucranio de 2015. Pero se trata de una mejora muy precaria.
Los aliados deben decidir hacer “lo que sea necesario” para ayudar a Kiev
Este colapso temporal ha sacudido la confianza del público y puesto en peligro los balances de los bancos de Ucrania y las empresas con deudas en divisas duras. Además, ha socavado los cálculos en que se basan los programas de Ucrania con el Fondo Monetario Internacional. El Programa de Servicio Ampliado del FMI dejó de ser suficiente incluso antes de su aprobación.
Los Estados miembros de la UE, que enfrentan sus propias limitaciones fiscales, han demostrado nula disposición a prestar ayuda bilateral adicional, y así Ucrania sigue asomándose al abismo.
Y sin embargo, va ganando impulso un programa de reformas radicales que poco a poco se ha vuelto visible para el público ucranio y las autoridades europeas. Hay un marcado contraste entre la situación externa en deterioro y el ritmo constante de estas reformas internas, lo que da un aire de irrealidad a la situación en Kiev.
Un escenario plausible es que Putin logre su objetivo óptimo y se desmorone la resistencia de Ucrania. Europa se vería inundada de refugiados: dos millones parece ser una estimación realista. Para muchos, esto marcaría el inicio de una segunda Guerra Fría. Su consecuencia más probable sería que un Putin victorioso obtuviera algunas simpatías en Europa y las sanciones a Rusia fueran perdiendo fuerza hasta extinguirse.
Sería el peor resultado posible para Europa, que acabaría por dividirse aún más, convirtiéndose en un terreno donde la Rusia de Putin y Estados Unidos competirían por ganar influencia. La UE dejaría de ser una fuerza política efectiva en el mundo (especialmente si Grecia también abandona la eurozona).
Un escenario más probable es que Europa se las apañe haciendo concesiones a Ucrania: el país no colapsará pero los oligarcas consolidarán sus posiciones y la nueva Ucrania comenzará a parecerse a la antigua.
Putin encontraría esta situación casi tan satisfactoria como un colapso total. Pero su victoria sería menos segura, ya que daría lugar a una segunda Guerra Fría, que acabaría perdiendo tal como la Unión Soviética perdió la primera. La Rusia de Putin necesita que el barril de petróleo cueste 100 dólares o, de lo contrario, en dos a tres años agotará sus reservas en moneda extranjera.
El último capítulo de lo que llamo la tragedia de la Unión Europea es que la UE pierda la nueva Ucrania. Se dejarían de lado los principios que ésta defiende (los mismos en los que se basa la Unión) y la UE tendría que gastar mucho más dinero en defenderse a sí misma de lo que costaría ayudar a la nueva Ucrania a funcionar como país.
También hay un escenario más esperanzador. La nueva Ucrania sigue viva y decidida a defenderse. Aunque por sí sola no es rival para el poder del ejército ruso, sus aliados podrían decidir hacer “lo que sea necesario” para ayudar, sin que eso implique llegar a involucrarse en una confrontación militar directa con Rusia ni violar el acuerdo de Minsk. Si lo hacen, no sólo ayudarían a Ucrania, sino que también a la UE a recobrar los valores y principios que parece haber perdido. No es necesario decir que éste es el escenario que promuevo.
George Soros es presidente de las Fundaciones Soros Fund Management y Open Society.
© Project Syndicate, 2015.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.