Pactos y populismos
Ciudadanos se enfrenta al dilema de unos consensos que le pueden consolidar o debilitar
Ciudadanos ha sido, sin duda, un claro triunfador en las elecciones al Parlamento de Andalucía. Partiendo de cero ha conseguido nueve escaños, arañando votos a derecha e izquierda; se ha convertido en un partido bisagra de centro-centro y tiene la llave de la estabilidad en esa región. Hasta aquí todo son buenas noticias para la formación que encabeza Albert Rivera.
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Pero Ciudadanos tiene ante sí un dilema cuya respuesta puede consolidarle como partido o, por el contrario, debilitarle en las próximas citas electorales hasta diciembre. De cómo resuelva la negociación para llegar a un posible pacto de gobernabilidad con el PSOE de Susana Díaz dependerá su futuro en el nuevo escenario de cuatripartidismo.
Son los líderes de Ciudadanos los que tienen que decidir si apoyan la formación de un nuevo Gobierno socialista en Andalucía, votando a favor, en contra o absteniéndose en la sesión de investidura. Todas las posiciones son igualmente legítimas. Lo que sí deben tener en cuenta es que el nuevo marco de convivencia entre partidos va a exigir el diálogo permanente y el consenso como fórmulas imprescindibles para gobernar en todos los rincones del país, y desde luego en el Parlamento español. En un entorno de ocaso de mayorías absolutas, los electores van a valorar a los políticos que sean capaces de dialogar y llegar a acuerdos razonables bajo la premisa de renuncias mutuas, asegurando las prioridades básicas de cada partido.
Ciudadanos irrumpió en el panorama con propuestas concretas que fueron muy bien recibidas por los posibles electores. Ha hecho una campaña positiva y ha celebrado los resultados con prudencia. Sin embargo, antes de iniciar la ronda de conversaciones con la candidata a formar Gobierno en Andalucía, ha dado ciertas muestras de populismo que no se corresponden con su posición en el mapa ideológico. Las frases grandilocuentes y los planteamientos demagógicos son más propios de Podemos.
Tiene poco sentido que Ciudadanos ocupe posiciones radicales o populistas que le pueden llevar a perder la decisiva situación de centralidad electoral que ha conseguido en tan poco tiempo. Hacer política es, hoy por hoy, dialogar y explicar lo que se defiende y lo que se decide. Este partido tiene una buena ocasión para hacer esa política con mayúsculas y marcar su estilo con vistas a las próximas citas electorales; con pactos o sin ellos, pero con coherencia y sin estridencias.
Albert Rivera tiene ante sí un enorme trabajo en los próximos meses para consolidar a su partido como una alternativa de Gobierno. Debe dotarse de una estructura sólida, dejar de ser solo un partido urbano para llegar a todos los caladeros de votos posibles y crecer con prudencia en sus cuadros y candidatos, evitando que el aluvión —lógico hacia una fuerza emergente— le acabe pasando factura por no ser exigente en la selección.
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