Netanyahu no es creíble
Los vaivenes públicos del líder israelí sobre el Estado palestino señalan un claro oportunismo
El primer ministro israelí no ha perdido un minuto para desdecirse de su aparentemente rotundo no preelectoral a la idea de un Estado palestino. La aceptación ahora de esa posibilidad, que él apoyó por vez primera en 2009, no la hace más verosímil que el martes pasado. Netanyahu, consumado estratega, sabe simplemente que gobernar no es lo mismo que hacer campaña y que la estabilidad de Israel depende del amparo de EE UU, pese a la recíproca animadversión con Barack Obama.
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El anuncio de la Casa Blanca de que podría reconsiderar su blindaje de Israel ante el Consejo de Seguridad ha resultado sin duda decisivo en esa marcha atrás. Netanyahu afirma ahora que se mantiene abierto a la idea de dos Estados, pero que no se dan las condiciones regionales para impulsarla. La realidad es que el líder israelí no parece haber creído en ello; tampoco en 2009. Su desdén por la causa palestina y el expansionismo de los asentamientos de colonos en Cisjordania desmienten la retórica. A su vez, la amenaza de Obama de reformular su estrategia y hacer vulnerable a Israel en la ONU tiene pocos visos de convertirse en política, aun cuando eventuales resquicios pudieran ser aprovechados por los palestinos. Washington deja claro que mantiene intacta su cooperación con Jerusalén en los cruciales terrenos militar, de seguridad e inteligencia. Un Oriente Próximo incendiado, con los palestinos divididos y sin liderazgo efectivo, en el que Siria se desintegra y Líbano se tambalea, con el Estado Islámico cabalgando en Irak, Yemen o Libia, parece un escenario poco propicio para el desenganche estadounidense, por leve que fuera. Incluso con un acuerdo nuclear con Irán de por medio.
Pese a su claro triunfo, Netanyahu inaugura una etapa de incertidumbre para su país. El desafío central de Israel ante el mundo son los palestinos, y una parte importante de la sociedad israelí quiere preservar un Estado democrático y con futuro; algo incompatible con la situación de millones de palestinos en Cisjordania. El complejo Gobierno que Netanyahu se dispone a formar va a hacer frente a un creciente aislamiento internacional. Ese será uno de los precios de su victoria. Los israelíes se han acostumbrado a vivir en una burbuja asentada sobre la tensión y la ocupación de territorios. La presión de la comunidad internacional debe servir de palanca para cambiar una situación inadmisible.
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