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Columna
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Mi capitana

Juan Cruz
Zaida Cantero, en el Congreso esta semana.
Zaida Cantero, en el Congreso esta semana.CLAUDIO ÁLVAREZ

El ministro Morenés rectificó, esa es una noticia. Pedir perdón es insólito en la sociedad de la arrogancia. Pero el hombre pidió perdón. Lo hizo a su modo, pues todas las personas tienen su forma de pedir perdón; nadie se arrepiente mejor que otro. ¿Se arrepintió tarde? Claro: cuando se ofende a alguien, este tiene derecho a sentir que ya el primer minuto es tardísimo.

Los ofendidos (la capitana Zaida Cantera, la parlamentaria Irene Lozano) tienen derecho a sentir que el modo del ministro fue autosuficiente en el hemiciclo y luego, al pedir perdón, insuficiente, pero esos son matices que conocen más los implicados que los que hemos asistido (con estupor) al grave incidente parlamentario.

Parecía raro en Morenés lo cercano que estuvo del insulto; estos días circula una sentencia de la que se deduce que el lenguaje militar (el lenguaje cuartelero) tiene que ser desconsiderado, e incluso soez, para lograr su objetivo. Esa es una mamarrachada, dicho sea en el mismo lenguaje cuartelero que queremos derruir. En los cuarteles, en los seminarios y en la calle hay que hablar considerando al otro con el respeto debido. Entre las ofensas (pues fueron ofensas) que proclamó el ministro hubo desconsideraciones graves a sus oponentes, como cuando mandó callar a la diputada. Imagino que fueron estas desconsideraciones las que le llevaron al señor Morenés, luego, a bajarse del caballo y decirle a Àngels Barceló en la SER que lamentaba muchísimo “lo de” la señora Cantero, a la que, además, ante el micrófono elevó a la categoría de comandante...

En los cuarteles, en los seminarios y en la calle hay que hablar considerando al otro con el respeto debido

Pero el hombre se arrepintió y abrió espacios en las leyes para acabar con esa ofensa que el estamento militar ha hecho a la capitana. Esa no es una ofensa cualquiera, y los tribunales lo dictaminaron así, encarcelando al teniente coronel que la acosó. Hizo bien ella en denunciarlo, e hicieron muy mal sus superiores en no atenderla cuando se quejó de esos comportamientos. En el programa Salvados, Évole le dio la posibilidad a Morenés y a sus subalternos de intervenir y explicar; pero ni el ministro ni sus subalternos se dignaron responder al periodista, que es como no responder a la ofendida, a la que el estamento militar siguió zahiriendo después del juicio y de su correspondiente resolución.

Hizo bien Zaida Cantera en acudir de nuevo en busca del amparo del Ministerio de Defensa y, como este la desoyó de facto, en buscar en el Parlamento oídos que la tuvieran en cuenta. De ese contacto con la diputada (y escritora) Irene Lozano salió un libro, No, mi general (Plaza y Janés), que firman Lozano y Cantera; es legítimo que llegue a la imprenta una historia así, y no tiene sentido que el ministro declare en el Parlamento que el escándalo está montado para vender más ejemplares; de eso no se ha arrepentido explícitamente el ministro Morenés, pero conviene que lo haga, porque se deduce de ello que es fácil promover un libro en este país donde se lee tan poco. Y promover un libro aquí es tan difícil ahora como pedir perdón.

Publicar un libro es llorar; este No, mi general es el producto de un llanto, como fue consecuencia de la alegría Los versos del capitán de Neruda. Seguro que el ministro, que ya habrá leído el de Neruda, se pone a leer ahora el de Irene y Zaida, la capitana. jcruz@elpais.es

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