El chef que te paga por mirar la naturaleza
Magnus Nilsson ha cerrado su chiringuito durante 20 semanas, y ha puesto a su personal a estudiar temas como “la contemplación del color azul en la naturaleza” o “la vida monacal en Finlandia”
Hoy quiero confesar que estoy enamorado. Lo habría dicho en femenino, como la Pantoja, pero no quiero pasarme de petardismo que éste es un periódico serio. A lo que iba: un hombre me ha robado el corazón. Es sueco, tiene 31 años, trabaja en un restaurante y se llama Magnus Nilsson.
Antes de que digan que es muy joven para mí, déjenme explicar que se trata de un amor platónico, en la distancia, y que Nilsson ni siquiera sabe de mi existencia. Sin embargo, el último movimiento el chef del Fäviken, uno de los establecimientos clave en la reciente explosión de la cocina nórdica, me empuja a quererle fuerte. Ha cerrado su chiringuito durante 20 semanas, y en vez de mandar a casa al personal, les ha puesto a estudiar una lista de temas tan bonita que se me saltan los puntos. “La contemplación del color azul en la naturaleza”, “la vida monacal en Finlandia”, “el jardín japonés de setas” o “los métodos tradicionales y modernos para el almacenado prolongado de huevos”.
En términos económicos, el cierre se traduce en un pastón -cero ingresos y todo el personal cobrando, más la financiación para los proyectos de aprendizaje de las materias susodichas-, pero mi Magnus cree que toda esa inversión logrará convertir su restaurante en una máquina de cocina imaginativa. Además, a partir del 1 de julio, fecha de la reapertura, implantará un sistema de pago al que cada vez se acogen más restaurantes de primer nivel: como si fuera una entrada para un espectáculo, pagas la comida antes de ir, y si no acudes, no te devuelven el dinero. Fin de las reservas canceladas en el último momento, un drama en un local situado en una reserva natural de la remota provincia de Jamtland que viene a estar donde Cristo perdió los esquís.
Los cierres estacionales no son una gran novedad en el mundo de las estrellas Michelin. Mugaritz, por ejemplo, chapa cuatro meses en los que su equipo de cocina se dedica a la investigación. Lo que me maravilla del chef sueco es que pague a sus trabajadores por mirar el color azul, cuando en España lo normal es que tu empresa te ponga mirando a Roma. Sé que el suyo es un caso exagerado, a buen seguro inviable en muchas estructuras profesionales. Pero frente a jefes y patrones que machacan cualquier atisbo de creatividad en sus empleados, y que consideran pura vagancia todo intento de pensamiento lateral, veo en Magnus un símbolo de que otro mundo laboral más bonito es posible, al menos en mi idealizada Escandinavia. Y, cómo no, se me enamora el alma.
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