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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un comportamiento criminal

No se puede jugar con la vulnerabilidad del ser humano que pedalea en bicicleta

SOLEDAD CALÉS

Esconder trampas entre la hojarasca del monte y aguardar el paso de ciclistas es un comportamiento impropio de un país civilizado. Hay quien coloca alambre de espino entre dos árboles, una piedra de gran peso sobre un cambio de rasante o pinchos destinados a reventar las ruedas del vehículo que pase por allí. Existe constancia de al menos un ciclista parapléjico tras darse de bruces contra una roca de gran tamaño depositada en el camino y es de temer que solo se conozcan los casos más graves, por la tendencia a obviar aquellos en que no hay lesiones importantes.

Las agresiones se atribuyen a cazadores, ganaderos o propietarios de fincas, molestos con la circulación de ciclistas por los montes. Pero conviene tener cuidado: no se debe designar culpables sin constancia de que lo son, sino investigar cada incidente, mejorar el conocimiento de lo que realmente ocurre y castigar a quien resulte responsable de comportamientos criminales.

El ciclista no es un adversario al que ahuyentar. Al contrario, es el protagonista de una revolución de éxito. El humilde transporte de los pobres en el siglo pasado se ha convertido en un vehículo ecológico apreciado transversalmente. El discurso favorable a la civilización exclusiva del automóvil ha tenido que ceder progresivamente ante los pedales en ciudades y carreteras, y de ahí la ampliación de carriles destinados a los ciclistas o la adaptación de las vías de circulación para normalizar el uso de bicicletas. Los caminos rurales no deben dejarse al margen. Y tampoco puede aceptarse que el precio de estos avances cívicos sea el de cobrarse vidas humanas o provocar daños irreversibles, más allá de los accidentes realmente inevitables.

Cuanto antes aprendamos colectivamente a asumir esta causa, mucho mejor. No se puede jugar con la vulnerabilidad del ser humano subido sobre los dos pedales y dependiendo únicamente de sí mismo, que tiene tanto derecho a utilizar el espacio público como cualquier otro de sus usuarios.

En España queda camino hasta llegar al nivel de los países que son paradigmas de la bicicleta, pero hay que recorrerlo. Sin trampas.

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