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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Edificar una industria cinematográfica: el caso marroquí

Por Analía Iglesias

El Festival Nacional de Cine de Tánger ha llegado a su 16°edición pleno de debates sobre las posibilidades de desarrollo económico que el cine puede darle al país.

Hay que "acabar con el monólogo" y comprender que el cine puede convertirse en una industria importante, capaz de contribuir al desarrollo de una región, promover el turismo y el impulso de un buen número de actividades económicas, además de sacar el país al exterior. En este sentido se expresaba, días atrás, el presidente de la región Rabat-Salé-Zemmour-Zaer en el marco de una mesa sobre ayudas al cine, en Tánger. Se inauguraban, así, las apasionadas discusiones que cada febrero nutre el Festival National du Film de Marruecos.

El Festival de la industria del cine marroquí ha llegado a su edición número 16 con un ímpetu renovado porque el nuevo director del Centro Cinematográfico Marroquí (CCM), Mohamed Sarim Fassi Fihri -un potente productor de Casablanca-, estrena traje de jefe sobre la alfombra roja de los cines Roxy. Y esta vez han cambiado las reglas, porque a la cita no llegan todos los largos producidos el año anterior sino los 15 que ha seleccionado un comité de expertos de las cámaras asociadas; tampoco se exhiben decenas de cortos, sino los estrictos 15 que prologan cada función.

Los productores parecen estar tomando las riendas de una industria incipiente (o con ganas de serlo) que reparte 60 millones de dirhams (unos 6 millones de euros), por ejercicio, en ayudas -que se devuelven según el rendimiento del filme-, entre los 20 o 25 largos que se ruedan cada año. Fuentes del CCM confirman que se otorgan entre 100 mil y 600 mil euros para cada producción (entre 25 y 30 mil euros, en el caso de los cortos) y que se trabaja para ir aumentando el presupuesto destinado a créditos estatales hasta llegar alos 100 millones de dirhams (aproximadamente 10 millones de euros) y elevar la cantidad de películas producidas anualmente a 30. Lejos, por cierto, de las cinematografías mayores europeas e incluso de las latinoamericanas.

Tanger by Hedwig Storch.

Eso sí, a Marruecos no le falta fervor ni profesionales inquietos y con ganas de estar a la altura, aunque en materia de ficción se siga adolesciendo, en buena parte de los casos, del peso estético del teatro costumbrista y, más acá, de los hábitos de la televisión.

"Interpelar" es un verbo que les encanta utilizar a los hablantes marroquíes, en francés, para referirse al diálogo con el público, de interés activo con las necesidades de la gente y de la economía, con el contexto. Es un verbo que se oye a menudo pero uno no sabe muy bien si alguien de verdad (se) "interpela" y actúa. La experiencia es amplia en todos los países cuyas industrias cinematográficas disponen de dinero para repartir; amplio también el interés de cada empresa y de cada gremio por hacerse con un trozo del pastel, en muchísimos honrados casos, con buenas artes, y en otros, envasando productos fáciles de hacer y consumir como entretenimiento (a veces, ni siquiera eso).

Pero la gente va poco al cine en todos lados, y entonces la tentación del enlatado digerible es grande. De ahí la 'amable' tensión que se percibe aquí, en Tánger, entre los que creen que el cine comercial infantilizante y muy popular es indispensable como primer paso del mercado hacia otro estadio y los que aspiran a un cine convocante pero de calidad, que ya se ha demostrado plausible (baste recordar, como ejemplo, dos obras recientes como Adiós, Carmen y C'est eux les chiens). Entre los que creen que un cine mayor de edad es posible, se cuentan los catedráticos, algunos cineastas y la incansable Association Marocaine des Critiques de Cinéma, organizando proyecciones, seminarios y debates, editando libros y revistas especializadas; en fin, alimentando el ojo reflexivo, el aprendizaje y el espíritu creativo.

Salir con ideas a sensibilizar y convencer a las administraciones locales de financiar el cine es lo que propone el presidente de la Cámara Nacional de Productores de Cine, Mohamed Abderrahmane Tazi: "No podemos conformarnos con los fondos de ayuda (del CCM). Tenemos que dirigirnos también a las regiones. Según mi experiencia y con el ejemplo de una serie y de varios telefilmes que he filmado en Chefchauen, la ciudad ha ganado en reconocimiento (...) y en turismo nacional".

Por otra parte, no hay que perder de vista la condición de gran plató para el cine internacional que significa el paisaje marroquí, en especial la zona de Ouarzazate (a la que suelen mencionar como el "Hollywood del Gran Sur"). La inversión extranjera vinculada al cine no es nada desdeñable: en 2014, llegaron a Marruecos unos 110 millones de dólares por esa vía. El propio Fassi Fihri promueve el debate sobre los incentivos fiscales que podrían mejorar esos rendimientos.

Mientras tanto, la sala abarrotada del cine Roxy de Tánger (el epicentro del Festival se ha trasladado este año desde la mítica Cinemathèque) sigue celebrando el cine magrebí a tiempo completo. Y la sala de conferencias del hotel Chellah, llenándose de vehemencia para discutir con brío cada línea de una causa histórica, cada mirada, cada gesto, hasta la luz (artificio sobreactuado donde los haya en algunas obras) o el trabajo actoral.

Alfombra roja para el Cinema Roxy de Tánger.

Han pasado por la pantalla, en estos días, varias películas que recuperan pedazos dolorosos de historia colectiva marroquí y que han suscitado ásperas controversias. La primera: La moitié du ciel, de Abdelkader. Lagtaâ, sobre libro de Jocelyne Laabi, que narra una historia entre tantas de los "años de plomo" durante el reinado de Hassan II, con el foco puesto en la cárcel que el poeta Abdellatif Laabi padeció 8 años como preso político. Algunos de los prisioneros de conciencia de entonces, y sus familiares, presentes en la sala tras la proyección, se enzarzaron en discusiones con los productores por 'inexactitudes' y 'dulcificaciones' en las que, según ellos, incurre el filme. Al parecer, el propio poeta, que coescribió el guión, intentó bloquear el estreno de la película, en desacuerdo con algunas escenas.

Hubo una tarde también dedicada a la frontera argelina que sigue cerrada según pasan los años -L'echarpe rouge, de Mohamed Lyounsi-, y otra para el documental sobre la represión de las revueltas del Rif del 58-59, a poco de la independencia y el retorno de Mohamed V a su país (acerca de esta película, Briser le silence, de Tarik El Idrissi, publicamos un post en este blog). Hubo espacio para las historias de amor y desamor conyugal en el seno de la nueva burguesía metropolitana (Aïda, de Driss Mrini), para las celebradas "Hojas muertas" de Youness Reggab y también para un biopic de Youssef Britel sobre la gran artista plástica Chaïbia, intuitiva y analfabeta cultora del art naif en los años 60 y 70 (lamentablemente, demasiado plano y poco jugoso, casi un homenaje en mármol).

'Chaïbia', la película.

Para el sábado 28, día del cierre del Festival y del Palmarés, está prevista una mesa redonda sobre producción hispano-marroquí, en la que participarán, entre otros, el productor Gerardo Herrero y el periodista de El País Miguel Ángel Medina.

¡Que gane el mejor!, como dicen por aquí, y sin restar ni un ápice de verdad al discurso de Alejandro González Iñárritu de este domingo sobre las trampas que el ego nos tiende durante las competiciones.

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