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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Fronteras africanas perdurables

Autor invitado: Omer Freixa

Mapas sobre el reparto de África pinchando aquí

En noviembre escribí para este blog un artículo aprovechando una efeméride decisiva en la historia de África, la apertura de la Conferencia de Berlín. Recordé que hace 130 años se produjo lo que se conoce como el “reparto de África” entre apenas una decena de países europeos cuyos representantes desde Alemania, con cuidado, esmero y desde un escritorio, diseñaron el mapa africano actual en tiempo récord de tres meses. Ahora vuelvo a recordar el evento en estos días en los que se cumple su clausura (26 de febrero). En esta ocasión, entre los múltiples aspectos que heredó el continente africano después de lo establecido en el marco de dicha Conferencia, quiero centrarme en uno: las nuevas fronteras entre los Estados africanos.

En la nota anterior hice notar que resulta de algún modo sorprendente que los límites establecidos entre 1884 y 1885 se hayan respetado rigurosamente habiendo sido impuestos por actores ajenos a la realidad local, el tiempo transcurrido y porque su fijación rompió la matriz africana: mientras que las fronteras en el África precolonial eran porosas y móviles, a diferencia de las de los Estados occidentales, quienes las hicieron rígidas. La uniformidad fue la norma y de miles de fronteras se redujo sustantivamente el número a unas pocas y con formas geométricas casi perfectas, por completo ajenas a la realidad étnica africana y que dividieron más de lo que unieron.

En 1963, durante la vorágine independentista reinante, 32 representantes de países africanos reunidos en la capital etíope fundaron la Organización para la Unidad Africana (OUA) como la herramienta de la esperanza y solidaridad de todo el continente y, entre sus puntos constitutivos, se comprometieron a respetar las fronteras heredades de época colonial para los frágiles Estados que iban naciendo al compás del furor emancipatorio. La OUA enfatizó la inviolabilidad de los límites existentes mediante la Resolución AHG 16(1) de 1964, firmada en El Cairo en el primer encuentro de los jefes de Estado de la organización. El artículo en cuestión cerraba con la siguiente declaración de la Asamblea: “Solemnemente declara que todos los Estados miembro se comprometen a respetar las fronteras existentes al momento de consecución de sus independencias nacionales”. El mismo mandato se trasladó a su sucesora desde 2002, la actual Unión Africana (UA).

Si bien la OUA y la UA fracasaron en varios frentes como la misión constitutiva de preservar la paz y evitar la eclosión de conflictos internos o entre sus miembros, mediar exitosamente en algunos de éstos así como promover el desarrollo, la primera obtuvo un éxito resonante al haber participado en la lucha y posterior eliminación del Apartheid en Sudáfrica. Sin embargo, el mayor logro obtenido se dio en el plano del mantenimiento de las fronteras históricas, puesto que los cambios en éstas realmente se pueden contabilizar con cuentagotas. El mapa africano desde las independencias hasta hoy se ha modificado muy poco y en casos puntuales, pese a que existen muchos conflictos y litigios fronterizos. La Unión Africana es consciente de ello y el 7 de junio de 2013 lanzó la celebración del “Día de las Fronteras” para intentar calmar las aguas. Si buena parte de los Estados africanos son débiles en la actualidad, no obstante conservaron sus fronteras originales, aunque tal vez al ciudadano común ese dato le importe poco, por ejemplo, si tiene familiares separados en un Estado vecino.

El Estado moderno es rígido, frente a la flexibilidad del pasado y eso devino una fuente de problemas. Las divisiones establecidas desde Berlín agruparon dentro de los Estados africanos a numerosos grupos étnicos muy diferentes entre sí y, a veces, hasta enfrentados. Por el contrario, separaron a una misma comunidad en dos o más países. La defensa a ultranza de las fronteras heredadas por los líderes africanos provocó problemas serios de integración territorial y nacional, así como alentó la proliferación de reclamos y conflictos secesionistas o irredentistas.

Haciendo acopio de la historia, un repaso por el continente permite ver las contadas situaciones en donde el mapa alteró sus fronteras. La secesión no es amiga de la paz por lo general.

La primera ocurrió en Somaliland. Si bien este pequeño Estado con costa al Golfo de Adén no es reconocido por la comunidad internacional, cuenta con gobierno activo, fuerzas de seguridad y moneda propia. El territorio aprovechó para declarar la autonomía a la caída del dictador Said Barre y el caos posterior que generó devino Somalía a partir de 1991, del cual este pequeño reducto se ha librado aunque afronta otros problemas como pobreza, desempleo, el embargo comercial de países del Golfo Pérsico y una conflictiva relación con el vecino Puntland por la disputa de dos regiones. Somaliland fue independiente antes de la unión al resto de la Somalía libre en 1960, pero en 2001 un referéndum por la independencia dio como resultado un abrumador sí. Cerca de esta zona se halla la pequeña Eritrea, otro caso exitoso de secesión puesto que siendo una pequeña provincia federada a Etiopía desde 1952, logró su independencia en 1993 también vía referéndum y reconocida por Etiopía. No obstante hubo una larga guerra de tropas regulares entre etíopes y eritreos, iniciada en 1961. Al enfrentamiento en la década de 1980 se sumó una terrible sequía que afectó a la población civil eritrea. La guerra volvió a resurgir entre ambos Estados de 1998 a 2000, meramente por la cuestión fronteriza, en otras palabras, las incoherencias de la política colonial que la estableció. El conflicto provocó, entre otros tantos perjuicios, 750.000 desplazados y refugiados de ambos países y el colapso de la economía en Eritrea (el gasto militar en 1999 superó el 30% del PBI).

A estos conflictos totalmente olvidados se agrega el caso de secesión más reciente que diera lugar al nacimiento de la nación más joven del mundo (por ahora) y mayor en extensión que Eritrea y Somaliland: Sudán del Sur, el 9 de julio de 2011, tras un referéndum aceptado por la UA semanas más tarde. El país ahora se encuentra sumido en otro de los conflictos olvidados del mundo. Repasando la historia, Sudán recibió la emancipación de Gran Bretaña en 1956 con problemas previos de convivencia entre las poblaciones del norte y el sur, una rivalidad étnico-religiosa que más bien esconde la puja del interés petrolero. En efecto, Sudán del Sur albergaría las terceras reservas del petróleo disponibles en África subsahariana. De una rivalidad tradicional con el norte disparadora de dos guerras civiles que cubrieron casi 40 años de los apenas 60 que lleva de vida independiente, el conflicto civil sacudió al nuevo país desde diciembre de 2013 sin visos de solución y con una grave crisis que arroja el saldo de más de 10.000 muertos, más de 450.000 refugiados sursudaneses en países vecinos y no menos de 1 millón de desplazados internos (según ACNUR), en la tercera guerra civil que sufre la nación más joven del planeta. Unas cuatro millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente.

En el pasado también se han dado secesionismos pero fallidos, entre diversos factores, por el cumplimiento del mandato de respeto por las fronteras. La guerra de Biafra (en Nigeria) entre 1967 y 1970 se estima que provocó cerca de un millón de muertes mientras que la secesión de la rica provincia minera de Katanga en el inmenso Congo, entre 1960 y 1963, es otro ejemplo del turbulento proceso de independencia que atravesó la ex colonia belga y se repitiera en 1977 y 1978. Un grupo actual pretende la secesión de la región y un activo secesionismo se mantiene desde principios de la década de 1980 en la región de Casamance, al sur de Senegal. Del otro lado del continente, la isla tanzana de Zanzíbar coquetea con la intención de ser independiente, como lo fuera antes de su inclusión a la vieja Tanganica, en 1964. Malí en2012 fue un último caso resonante que rompió la calma de uno de los países más estables.

Las fronteras africanas también se conservan como resultado de esfuerzos pacíficos. La Corte Internacional de Justicia (CJI) en 2014 tuvo un número bajo de disputas, solo tres frente al record de América Latina, con 13. En el pasado, el organismo resolvió una disputa entre Túnez y Libia por la plataforma marítima. Tanzania y Malawi han podido llevar el pleito por la posesión del lago Nyasa a dicha Corte para un litigio que comenzó en 1964 pero que afortunadamente no pasó a mayores, si bien en 2013 tuvo en vilo a ambos países. La CJI intercedió entre Camerún y Nigeria por la posesión de la península de Bakassi a favor del primero, en 2002. Pero no todo está resuelto. Por ejemplo, entre Sudán y su nuevo vecino desde 2011 aparecieron disputas territoriales, lo mismo que entre Angola y Congo Brazzaville por el enclave petrolero de Cabinda, una cuña angoleña separada del resto de su territorio. En el pasado, una guerra famosa por territorios ocurrió entre 1977 y 1978 entre Somalía y Etiopía, como un capítulo más de la rivalidad entre las superpotencias en tiempos de Guerra Fría. El inventario del ayer y del presente puede seguir pero lo que debe ser remarcado es que, a pesar de ser muchas veces incómodas, las fronteras africanas prevalecen. La UA indicó que el 70% de éstas no son claras. Pero es mejor respetarlas. Por ejemplo, el cuerpo continental declaró nula en abril de 2012 la declaración de independencia de los tuaregs rebeldes en el norte de Malí.

Buena parte de los conflictos indicados con anterioridad hunde raíces en una arbitraria delimitación territorial y fronteriza que se muestra para nada funcional a los africanos pero que, por fuerza de la costumbre y para evitar males mayores, en líneas generales se respeta.

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